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240 P. DAVID DE LA CALZADA grande, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, pero conservando mi ciencia. Y de cuanto mis ojos me pe– dían, nada les negué. No privé mi corazón de goce alguno, y mi corazón go– zaba de toda mi labor, siendo este el premio de mis afanes. Entonces miré todo cuanto habían hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve, y vi que todo era va– nidad y apacentarse de viento, y que no hay provecho al– guno debajo del sol". (11, 1-12). Quien no se desengañe, después de leídas estas palabras del sagrado libro, es que es un malvado o un tonto de solem– nidad. "Algunas personas, -dice Fulton J. Sheen-, no alzan nun– ca la vista hacia lo alto, si no se hallan caídas en el suelo; no piensan jamás en Dios, si no se ven cara a cara con el desastre. Una gran cantidad de moho requiere una lima afilada. Más de un ser no pensaría nunca en el significado de la vida, si la enfermedad no le apartara de su gran amor por las debilidades de este mundo. Los manantiales de agua dulce brotan entre el agua sa– lobre; las más hermosas flores de los Alpes se abren en los más escarpados pasos de montaña; las melodías más nobles son consecuencia de una profunda agonía del alma". Quizá por eso, cuando todo falla para abrir los ojos del hombre a la luz de la verdad, Dios utiliza el dolor como supremo recurso para meterlo en vereda. Hay gentes alo– cadas que no han encontrado la luz hasta verse sumidos en el dolor, en la enfermedad, en el abandono o en la miseria... En la prensa ha escrito recientemente un periodista: "Dios no es el autor del dolor, pero lo permite como consecuencia de haber hecho al hombre libre. No es Dios el productor del dolor; es el hombre el que a sí mismo se produce el dolor, por esa soberbia que le lle– va a vivir en constante y libre rebeldía frente a los desig– nios de su Creador". (V. Cerezo). Pero Dios sabe utilizar ese dolor para sus fines. Suele decirse que Dios escribe recto con líneas torcidas. Y donde nosotros leemos "desgracia", puede ser que Dios escriba: "providencia, bondad, misericordia". De Concepción Arenal son estos pensamientos: "El dolor es el gran maestro de la humanidad. El dolor
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