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238 P. DAVID DE LA CALZAD.\ corona? Si el perfume se desvanece, ¿por GUé queréis em– briagaros de él? Comamos y bebamos, deds, porque maña– na moriremos. Pues, porque mañana moriremos, no coma– mos ni bebamos, sino preparémonos para la muerte veni– dera. ¡La vida nos engafla, y no pensamos en lo que nos aguarda más allá de la vida". (F. Romero). Se dice por ahí con frecuencia: "La esperanza sostiene al hombre", "la esperanza es lo último que se pierde". Pero es lamentable que esa esperanza se refiera solamente a los triunfos o éxitos humanos, como si todo acabara en esta vida. Por eso casi todos confían en hacerse ricos. Casi to– dos confían en ec:calar altos puestos, elevarse socialmente. Casi todos esperan conseguir la felicidad en este mundo, disfrutando a destajo de todos los placeres. En la mayor parte de los casos, triste es decirlo, su es– peranza está fundada en el aire. Y les alcanza lo del Evan– gelio a propósito de los que e;cuchan Y :10 ponen por obr:i la palabra de Dios: "Cayó b 1 luvi3, vi1íieron los torrentes, soplaron los vientos, y dieron sobre aquella casa, y fue grande su ruina". (Mateo VII, 27). En la práctica, es un cien por cien el de e"tos ilusos que fracasan en la vida, sin ver realizado su sueño de fe– licidad. ¿ Quién es el que puede engal'íarnos, infundiéndonos es– ta esperanza loca, desprovista de todo fundamento sólido? El amor propio, el or;;ullo, el sentido de autosu;lciencia que nos hacen creernos capaces de todo. Y luego, tal vez nos falta la e',peranza en el campo de lo sobrenatural, de lo espiritual, donde tantas maravilla:; y grandezas están al alcance de nuestras manos, porque po– demos contar con la ayuda del Dios Omnipotente! .. ¡Lo– cos! ¡Locos! ... A veces nuestra loca esperanza resulta tan ingenua– mente infantil, que intenta hacernos creer que vamos a en– contrar la felicidad en cosas fútiles, que una publicidad co– mercial nos mete por los ojos, con todos los encantos de la policromía. Un producto de belleza... Un modelo de ves– tido... Una nueva marca de tabaco... Una droga aluci– nante ... Estados Unidos es el pueblo infantil de la publicidad creadora de ilusiones absurdas. A veces esa publicidad lle– ga a hacer creer a sus habitantes, que la felicidad soñada

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