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CAPITULO II FRIVOLIDAD A LA VISTA La filosofía no se me ha dado nunca del todo bien. Pero una tarde, antes de subir al púlpito, y en orden a la predica– ción sagrada, se me ocurrió ensayar una definición de la fri– volidad. Y después de cavilar mucho y darle infinitas vuel– tas, vine a escribir: Frivolidad es, a mi entender, la actitud indefinida de un espíritu vacío e irreflexivo, evadido al exterior, para vivir vida de sentidos, en la esclavitud del ambiente mundano. ¡Eh! ¿ Qué tal? No sé si la definición concreta ideas, o divaga fuera de camino. No sé si con ella he aclarado, o confundido más el concepto. No sé si he dicho algo, o no he dicho nada. Pero así, al menos, me imagino yo la frivolidad. Tiempo después, encontré en unos cuadernos de temas predicables una clefirüción, e;ue tie 1 .1e bastante de parecido con la mía. Dice así: "Frivolidad es una actitud indefinida de un espíritu extravertido al exterior, sin control de mo- vimiento:; interiores. "Tenus de predicacifm"). Podemos imaginarnos sinónimos de frivolidad, con pe– queños varüntes de matices, la inconsideración, la irrefle– xión, la la nuperficialidact la vanidad, etc... La inconsideración consiste en no reflexionar sobre aquellas cosas de fas que depende el recto juicio. Pertenece, por tanto, al entendimiento. San Gregario nos afirma que la lujuria es la fuente de donde dimanan la precipitación, la inconsideración y la inconstancia. El frívolo es un espíritu vacío, huero, ligero, veleidoso, inconsiderado, insustancial, superficial. No ahonda, no pro– fundiza; está siempre en la superficie, en la epidermis de las cosas, batido por todos los vientos. En Mitología, la frivolidad es una divinidad alegórica, hermana de la ligereza y madre de la inconstancia. Frecuentemente nos encontramos por el mundo con cier– tas perrnnas ligeras, superficiales, verdaderas máquinas de palabras sin sentido, que no hacen más que hablar, y que di– cen a cada paso las cosas más incoherentes y absurdas. Y

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