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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 233 Creen los frívolos que la vida "a lo loco" es pieza in– dispensable del engranaje de la felicidad. Creen que el re– pudio de la frivolidad y la vida "a lo loco", implicaría una tristeza desoladora, incompatible con la felicidad, por la renuncia a los mil goces y satisfacciones que el mundo nos ofrece. Y llega a creer la frivolidad que no puede haber go– ce ni diversión ni alegría, si no es derribando lindes y cer– cados de tradiciones y prejuicios morales, y saltando por cima de los diez Mandamientos de la Ley de Dios. Exactamente como el cerdito, que no concibe la felici– dad si no es revolcándose en el cieno... La serena e inefable alegría de la conciencia en paz es un paraíso desconocido para muchos hombres. No puede ni imaginársela quien no haya gozado de ella. San Francisco de Asís, el santo más pobre, más humil– de, más desprendido del mundo, de sus vanidades y sus placeres, fue seguramente el santo más alegre que recuer– da la historia. Y lo cierto es que los ciegos seguidores del mundo, los comensales hidrópicos de la mesa de los placeres, los hono– res y las riquezas, todos, sin excepción, fueron unos fraca– sados en la vida, y muchos lo fueron también en la eterni– dad. No encontraron la felicidad soñada. En vez de la feli– cidad, encontraron el remordimiento, el cansancio y el hastío... ¡Sangrante experiencia, que debiera abrir los ojos de la humanidad, para buscar su felicidad por otro camino! Pe– ro, desgraciadamente, no es así. Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. No dos veces; millones de veces tropezará el hombre en las piedras de los honores, las riquezas y los placeres, en ese noble afán de alcanzar la felicidad. La experiencia amarga de los otros, no tiene valor para él. Es decir, lo tendría; pe– ro el hombre no la admite. Y volverá mil veces a levantar– se, no para cambiar de ruta, viendo que por aquella no hay nada que hacer, sino para volver a iniciar el mismo cami– no, que le volverá a proporcionar otros tropiezos, otras caí– das y otros fracasos ... Cu'.lnco una mosca se introduce en una habitación, y luego se le cierran las ventanas, suele observarse una es– cena dolorosa y cruel, que a veces le origina la muerte. La mosca llega a cansarse de aquel ambiente cargado de la es-
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