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ble pedagogía de la repetición machacona e insistente, po– ne a diario ante nuestros ojos esta creación visible. No per– mite que la olvidemos ... La creación siempre es noticia. Su magisterio no pasa nu:.1ca. Su mensaje siempre está sobre el tapete de la más palpitante actualidad. Domina este fluir efímero de los acontecimientos humanos y trata de elevar– nos a Dios. Pero hay dos peligros inmensos. El primero sería el acostumbrarnos tanto a ver las cosas sin reflexionar sobre ellas, que llegáramos a perJ.er la sensibilidad, no les dié– ramos importancia por creerlas cosas naturales, necesarias, y en consecuencia no capt[iramo" su mensaje. Y otro peligro, en el que caen millones de hombres: El de la fascinación de las cosas creadas; el tomar, lo que es medio, por fin ... El de pararnos en la criatura, y no lle– gar al Creador... La mayor parte de los hombres, no captando el mensa– je de las criaturas, en vez de caminar por ellas hacia Dios, han decidido doblar la rodilla ante las riquezas, los hono– res y los placeres, y los han convertido en los ídolos de su a]ma y objeto supremo de su existencia. "¿Por qué no nos conteT1tamos con vivir, ver y admi– rar? -escribe un autor. -¿Po!' qué ansiamos locamente lo que no podremos poseer mucho tiempo, y cuya posesión es la causa de nuestras desdichas? La ciencia de la felicidad consiste en tomar lo preciso para vivir, y en admirar lo demás, sin pensar en una pose– sión que creemos absoluta, y sólo es efímera. La ambición y el interés originaron siempre los cataclismos". Y nuestro Trueba cantó: "Viajeros son los hombres que visten al viajar. los unos, de chaqueta. los otros de gabán. El viaje de la vida debe hacer cada cual contento con la ropa que Dios le qui:m dar
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