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218 P. ilAVID lJE 1.A CALZA"A nuestros antepasados! A todo lo que en sus oraciones pe– dían, agregaban aquellas frases que argüían una enorme confianza en la Providencia amorosa del Padre que está en los cielos: "Si es para mayor gloria de Dios y bien de mi alma". Lo que quería decir: "Si no es para gloria de Dios ni para bien de mi alma, entonces no me interesa". Esta es la indiferencia ignaciana. Alerta con esa muy posible fascinación de las criatu– ras, que pueda hacernos desearlas, aun a costa de nuestro bien. No olvidemos las palabras que Shakespeare puso en labios de uno de sus personajes, a propósito del rapto de Lucrecia: "¿Qué consigo, si gano lo que deseo? Un sueño, un pan, una burbuja de gozo huidizo. ¿Quién compra la alegría de un momento para llorar una semana, o vende la eternidad para conseguir una baratija?" Elevemos con frecuencia al Señor aquella súplica de Jo– sé María Pemán al Cristo de la Buena Muerte: "Que mi alma en Ti prisionera vaya fuera de su centro por la vida bullanguera; que no le lleguen adentro las algazaras de fuera; que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de esos sentires que tienen sabores de eternidad. Que no turbe mi conciencia la opinión del mundo necio; que aprenda, Señor, la ciencia de ver con indiferencia la adulación y el desprecio...
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