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214 P. DAVIl) DE LA CALZA1>A ción, se abrazó a la vida mixta, tan sólo por que era la que Cristo quería para El y los suyos. Y escucharon su fervoro– sa y sencilla predicación, no sólo los hombres, sino hasta los pájaros del aire. La indiferencia ignaciana frente a las criaturas reporta efectos maravillosos. Y entre ellos, esa paz admirable en que sumerge al corazón. La fundación de la Compañía de Jesús era el sueño do– rado de San Ignacio de Loyola. Sin embargo, él declaró que, si la Compañía llegara a disolverse, al cuarto de hora hubiera recobrado él ya la paz más completa, como si nada hubiera pasado. Seguramente pensaba el santo que esa in– diferencia ante las cosas y sucesos adversos, nos pone más plenamente en los brazos de la Providencia amorosa y pa– ternal de Dios, que mejor que nosotros conoce los cami– nos para llegar a El. Efecto también de esa santa indiferencia es crear hom– bres de carácter, dominadores de sus pasiones. Crea en nos– otros la más auténtica aristocracia del espíritu. En una pa– labra, crea hombres. Los otros, los esclavos de sus capri– chos, son los plebeyos de la espiritualidad. No darán paso en el camino de la perfección. Peor todavía; no podrán ni siquiera salvarse. Hay algunos medios que pueden ayudar a la consecu– ción de esa preciada indiferencia frente a las criaturas. No regirse jamás por el gusto o capricho. No regirse ja– más por la opinión paganizada del mundo, ni por sus má– ximas perversas. Considerar la misma esencia de las cria– turas; no son fin, sino medio, y sólo como medio deben uti– lizarse para llegar al fin. Hay que asirse a la razón, y, so– bre todo, a la fe; ellas serán siempre nuestros mejores con– sejeros. Hay que mantener a toda costa esa preciada indepen– dencia de la inteligencia y el corazón frente a las cosas creadas. Sometámoslas todas a una investigación a fondo. Consideremos sus méritos y deméritos, los servicios o per– juicios que pueden ocasionarnos, sobre todo en el campo de lo espiritual. Y con un gran espíritu de equidad y de hon– radez, démosle a cada cuál lo que en justicia le correspon– da; aprecio o repulsa, uso o desprecio. "A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César". Lo contrario, sería cometer una tremenda injusticia, y
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