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16 P. DAVID Dli! LA CALZADA responsabilidad que con ello contrajiste... Pasó en la ex– periencia; pero no en el recuerdo ... Y yo bien sé que tú, que ahora dices en son de chanza: "¡Que me quiten lo bailado!", algún día lo dirás de verdad y con toda el alma: "¡Que me quiten lo bailado! ... ¡Que lo borren de mi vida! ¡Quiero liberarme de esa vergüenza y de la respon– sabilidad consecuente!. .. " Pero no habrá nadie que pue– da librarte de esa responsabilidad y deshonra, porque es– tará escrita en el libro de Dios, para ser revisada y sancio– nada en el gran día de las cuentas ... Es cierto; tus lágrimas y una absolución sacramental podrán borrarlas de ese libro de Dios, a efectos de casti– go. Dios te concederá su perdón; pero será a costa de tus lágrimas y arrepentimiento. Lo que quiere decir, que si quieres huir de la sanción, tendrás que arrepentirte de lo "bailado"; pero la deshonra de haberlo hecho no te la quitarás de encima para mientras Dios fuere Dios ... En un librito, recordatorio de las Santas Misiones, he leído un acertado consejo que a las jóvenes da el autor. Parece la cosa más sencilla del mundo, y, sin embargo, en– cierra un tesoro de filosofía y sensatez. Dice así: "Vive siempre bien, y nuii.ca te arrepentirás de ello. Si haces el mal, tarde o temprano te tendrás que arrepentir y que llorar". Completamente de acuerdo. Si no lloras tus extravíos en la juventud, los llorarás en la edad madura, en la vejez o frente a la muerte... Lo confirma la historia de la huma– nidad, llena de arrepentimientos, con frecuencia bastante tardíos ... Y si, por obcecación, no los lloraras en la vida, sería inmensamente peor. ¡Los llorarías, ya sin remedio, en la eternidad... Por tanto, lector amable, permíteme que termine este capítulo con estas palabras: ¡A lo loco, no se vive mejor... , y se muere peor!. .. Será echar un jarro de agua fría a los de la copla y el cante; pero no podemos hacer otra cosa, si queremos permanecer fieles a la verdad. Que nos lo diga aquel frívolo de nuestro cine que, des– pués de una vida inútil, pasada a lo loco, en el trance amar– go de la muerte, que él casi pensaba que nunca había de llegar, clava sus ojos desorbitados en sus palmas esqueléti– cas, y exclama, rompiendo en un lloro desgarrado: "¡Ma- nos vacías! ¡ Manos vacías! ... "
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