BCCCAP00000000000000000000519

H.ADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 213 qué no practicarla en el ámbito de lo moral y espiritual, donde las consecuencias son tan importantes y decisivas? ¡Que la razón de nuestras preferencias, elecciones o re– pulsas, no sea nunca la pasión, el placer, el capricho o las máximas paganizadas del mundo, sino el fin! ¡Que él dé ritmo y compás a toda nuestra vida! El verdaderamente enamorado no tiene preferencias en– tre las cosas; todas le son indiferentes. No desea ninguna para sí. Sólo tiene un pensamiento y una obsesión: Ella... Y lo que ella quiera, lo que a ella le guste, será para él la única ley y razón de preferencia. Y volará a proporcionár– selo. Exactamente igual ocurre en la vida del espíritu a los verdaderos amadores de Dios. Se muestran indiferentes frente a las criaturas. Sólo les interesa agradar a Aquel, a quien aman con toda el alma. Están pendientes de sus de– seos. Y cuando se enteran de lo que Dios quiere, centran en ello todas sus ilusiones y hacia ello caminan con toda la vehemencia de su alma. San Francisco de Asís anduvo algún tiempo perplejo so– bre la forma de vida que había de llevar, después de su en– trega a Dios. A él le atraía de un modo irresistible la vida contemplativa. La oración era para él el descanso y recreo de su espíritu. Pero se dio cuenta al leer el santo Evangelio, que la vi– da de Cristo no había sido sólo de oración, sino también de apostolado, sobre todo en los últimos años de su vida. ¿Qué hacer él, que tanto anhelaba imitar a Cristo? No que– ría decidir por sí propio en un asunto de tanta transcen– dencia. Pudiera engañarle el mismo gusto que sentía por la contemplación. Y encomendó a Santa Clara y a Fray Sil– vestre que pidieran luz a Dios para conocer su deseo. La contestación de Santa Clara fue idéntica a la de Fray Silvestre. Dios no le había traído al mundo sólo para sal– varse a sí mismo. Quería que trabajara también en la sal– vación de sus hermanos los hombres. Su vida, pues, debía ser mixta como la de Cristo: Es decir, compuesta de ora– ción y apostolado. La oración y el apostolado le ayudarían a salvar su alma, y la oración y el apostolado le ayudarían también a salvar las almas de los demás ... Desde aquel momento Francisco desechó toda duda. Y, aunque sus preferencias naturales eran por la contempla-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz