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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 209 traron en Dios la paz y el sosiego que los hombres les ne– gaban! ¡Cuántos que se condenaron viviendo una larga vi– da, se hubieran salvado si hubieran vivido menos! Esta indiferencia frente a las criaturas, mientras no se investigue si convienen o no convienen a nuestro fin, es perfectamente razonable. Un sabio expositor de los Ejercicios ignacianos escribe: "Las criaturas son indiferentes. A mí me toca determi– nar cuál de ellas he de elegir. Un artesano que tiene en su taller tenazas, martillos, limas, sierras, está siempre indi– ferente para tomar de estas herramientas las que sirvan para su obra. ¿Hay alguno que, cuando necesite la sierra, tome la lima por amor a ésta? ¿ Cómo, pues, si deseamos nuestra felicidad, podemos determinarnos a lo que nos ha– rá eternamente desgraciados y miserables?" (P. Buccero– ni, S. J.) La idea de San Ignacio sobre la indiferencia respecto de las criaturas, no es original en el fondo; más bien lo es en la forma de expresarla y en la precisión del concepto. Lo que él llama indiferencia, podríamos identificarlo en la doctrina evangélica, en los Santos Padres y en infinidad de autores ascéticos, en la negación de nosotros mismos, en el desprendimiento del mundo, en la renuncia al pecado, en la mortificación, en el sacrificio. "El reino de los .cielos padece violencia, y sólo los que se la hacen a sí mismos le arrebatan". Este texto evangélico es todo un símbolo de esta lucha titánica que tiene que sos– tener la parte superior contra la inferior, necesaria en ab– soluto para la conquista del reino eterno. Indiferencia frente a las criaturas, mientras no nos cons– te que pueden ayudarnos o impedirnos en la consecución de nuestro último fin. Si nos ayudan, aceptémoslas con san– to afecto de gratitud a Dios, que por ellas quiere facilitar– nos el camino. Si de El nos apartan, rechacémoslas con san– ta fortaleza, para que no nos aparten de El. Lo que se im– pone en todo momento es una adhesión inquebrantable al fin último que Dios nos ha impuesto. Se ha escrito de la indiferencia ignaciana que "tiene nombre femenino, pero con arrestos viriles". Aparentemen– te es indolencia, indecisión, apatía. Nada más opuesto a la realidad. Esta indiferencia supone una gran fortaleza de alma. Una renuncia constante y dolorosa. Un espíritu libre

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