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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 207 ese deseo de venganza, y se imponen a sí mismos el per– dón y el amor, y al mal responden con bien, no cabe duda de que nos hemos mantenido con toda dignidad en nues– tro puesto de cristianos. La parte inferior seguirá protestando y reclamando sus pretendidos derechos al amor o al odio. Pero la parte su– perior se habrá impuesto, colocando las cosas en su punto. Cristo mismo sintió el natural amor a la existencia y la aversión al dolor y a la muerte en Getsemaní, cuando dijo en su agonía: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz". Mas se impuso en El la parte superior, rechazando las exi– gencias de la naturaleza: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". San Pablo sintió en su carne el hervidero de sus bajos apetitos, que le impulsaban con violencia hacia el placer. Pero su parte superior reaccionó, rechazando aquellas bajas apetencias e imponiéndoles la ley del espíritu. No había de ser el cuerpo grosero, sino el alma quien le dictara las nor– mas de su conducta. Todos los Santos, aun en lo más elevado de su perfec– ción, no dejaron de sentir en su parte inferior el estímulo de las pasiones humanas. Y, a pesar de todo, con cristiana fortaleza, supieron imponerse a sus embates, labrando con titánico esfuerzo, el edificio de su santidad. La expresión de San Ignacio es clara y exacta. No dice el Santo: Es menester ser indiferentes. Su expresión es esta otra: "Es menester hacernos indiferentes, etc... " Ser naturalmente indiferentes, es un imposible; porque ya dijimos que nuestra naturaleza se siente naturalmente atraída hacia las cosas placenteras, y naturalmente siente aversión y desvío contra todo lo que hiere su sensibilidad, la priva de un placer o la proporciona un dolor. Por eso el santo dice: "Es menester hacernos indiferen– tes, etc ... " Y este hacernos, supone por nuestra parte es– fuerzo, trabajo, lucha de la parte superior del alma contra la inferior, imponiendo a los apetitos y pasiones, mediante el sacrificio y la abnegación, ese sano equilibrio que recla– ma el servicio de Dios. En definitiva ese servicio es el fin de nuestra existencia terrenal. Entonces nos mantendremos en esa indiferencia frente a las criaturas, y sólo saldremos de esa indiferencia para

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