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202 !>. DAVID DE LA C:ALZAIIA en la ordenación sacerdotal; algo destinado a producir sus efectos a lo largo de toda la vida... A pesar de los ritos suntuosos; a pesar del insinuante despliegue de la liturgia, se ve al matrimonio como a algo humano nada más. No se da al alma oportunidad para so– brecogerse, para sentir, temblando, el aletazo de lo sobre– natural". Pero... después de tirar la piedra contra tantos, quizá alguno pudiera decirme: Y vosotros, los sacerdotes y reli– giosas, ¿qué? Pues, sí; tendría razón en buena parte, para esa réplica. La Iglesia está pasando por una tremenda crisis, que unos llaman "de crecimiento", y otros "crisis de fe", "de obedien– cia", "de mundanidad". Y aunque es cierto que, aun hoy, en la Iglesia abundan sacerdotes y religiosos santísimos e intachables, fieles a Cristo y a su misión en el mundo, también es una triste verdad que en estos años han aumentado las apostasías, las secularizaciones, la decadencia del sacrificio, de la austeri– dad y de la piedad. Un buen número de sacerdotes y reli– giosos, sin duda que nos hemos mundanizado, cayendo tam– bién en las doradas redes de la frivolidad más o menos pro– funda. Muchos de nosotros, destinados a ser "la sal del mun– do" para preservarlo de la corrupción, nos hemos desvir– tuado lastimosamente, sumándonos al inmenso ejército de los hombres frívolos, que arrastran su inutilidad y su des– gracia sobre la tierra... Pero hasta los juicios que las personas que se dicen cristianas, emiten sobre las otras personas, están impreg– nados dé frivolidad, llegando a rozar a veces hasta con la ortodoxia. Un periodista ha escrito recientemente: "Tenemos la mentalidad cambiada. A la persona malva– da se la tiene por inteligente y fuerte; a la buena, por tor– pe y débil. Al calavera sigue considerándosele como per– sonaje simpático y lleno de atractivo; al honrado, serio y decente se le mira con lástima. "Es un buen hombre", "es un infeliz", oímos decir corrientemente". (Arcade en "Oriéntese"). Ante estas palabras, espontáneamente nos vienen a la memoria los versos de Rubén Darío:

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