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200 P. DAVID DE LA CALZADA lo en los más espléndidos escenarios. Estaba a su alcance el sacarle el jugo a la vida. Pero hoy el mundo ha progresado enormemente. La so– ciedad se ha desarrollado. Ha evolucionado la vida. Han cambiado muchas cosas. Y diversiones y placeres, que en un mundo subdesarrollado sólo estaban al alcance de los gran– des mimados de la fortuna, hoy pueden disfrutarlos has– ta el modesto empleado y, de cuando en cuando, hasta el obrero. ¿ Qué provinciano humilde, en sus visitas a Madrid, no se ha dado alguna vez el gustazo de gastarse dos mil o cinco mil pesetas, por ver y disfrutar de lo que es una sala de fiestas de rango internacional y lujo deslumbrante? Ya es clásico el ejemplo de muchos peregrinos de Ro– ma. A la vuelta, tienen que pasar por París, y luego, por Lourdes. Por París, para visitar de noche el "Moulin Rou– ge", los garitos de Montmartre y otros lugares obligados. Y luego por Lourdes para confesar los deslices de París, comulgar ante la Virgen, y pasar luego la frontera y lle– gar a casa con la conciencia en orden, después de haber echado una canita al aire. Entre los dos sexos, yo me atrevería a decir que todavía hay más frivolidad en la mujer que en el hombre. Aunque parece que siente la mujer más arraigados en su alma la piedad y los sentimientos religiosos que el hom– bre, quizá también sienta con más viveza los atractivos del mundo, y las fascinaciones del lujo y de la vanidad. Y cae fácilmente en esa pueril flaqueza de ocultar sus años, de simular una juventud que no tiene, de realzar su hermo– sura por todos los medios, incluyendo la cirugía, de hacer resaltar sus formas anatómicas, de guardar la línea hasta con la abstención de alimentos peligrosa para su salud, de hacerse esclava de la moda hasta la desnudez, si así se lo exigen los modistos, de cargarse de costosas joyas que re– presentan un insulto a la pobreza y miseria de las clases humildes. Y no podemos pasar por alto el coqueteo, esa femenina manifestación de la frivolidad, de la que se libran tan po– cas mujeres. Hace poco escribió un periodista para la prensa, desde una de las playas más cosmopolitas de España: -¿Es que las mujeres sólo se han de medio vestir, para
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