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tl.ADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 190 geran de vergüenza... y a pasarlo lo mejor posible por esos mundos de Dios... Playas, desnudismo, excursiones, salas de fiestas ... Poco interés por los monumentos de arte. Paseos rápidos y mi– radas distraídas por los museos, por aquello del bien pare– cer. Y vuelta a las playas, a las desnudeces y a las salas de fiestas. No sé si a muchos de ellos se les podrá llamar turistas, o simplemente vividores del más bajo estilo... ¿Y qué tendríamos que decir si habláramos de la fri– volidad en el gran mundo? ¿Qué pensar de las altas esferas sociales? Sería cosa de nunca acabar. La abundancia de di– nero, los altos puestos, los honores y la gloria en que les envuelve la adulación, el fácil acceso al disfrute de la vi– da, proporcionan un ancho cauce a la frivolidad en esos am– bientes. Para daros un poco de cuenta, ojead nada más las revis– tas de ese gran mundo, donde se reseñan las grandes fies– tas de sociedad en aristocráticos salones o en parques se– ñoriales, a los que sólo tienen acceso los mimados de la sangre, la política, el arte y las finanzas. ¡Cuánto despilfa– rro y cuánta frivolidad! Y todo en el olvido casi absoluto de los que, en las bajas esferas, luchan con la vida, con el do– lor, y quizá con la miseria y el hambre ... Naturalmente que no todo es frivolidad en el gran mun– do. La Iglesia ha elevado al honor de los altares a algunos reyes, príncipes y aristócratas. Lo que prueba que hay hon– rosas excepciones. Pero, hablando en general, creo que po– demos decir que eso que llaman "la buena sociedad", es la sociedad más frívola y quizá la menos buena. De un salto pudiéramos trasladarnos al polo opuesto de la esfera social, para situarnos delante del obrero. ¿Qué? ¿También vamos a descubrir la frivolidad en la vida de ese soldado del trabajo rudo e inevitable? También ahí. En otros tiempos podríamos haber dicho que la frivoli– dad, en sus más amplias manifestaciones, era patrimonio casi exclusivo de las familias privilegiadas, los mimados de la fortuna, los grandes, los que tenían todos sus proble– mas económicos resueltos y podían vivir espléndidamen– te, sin dar golpe, de sus cuantiosas rentas. Era ya prover– bial la frivolidad del gran mundo. Tenían abundancia de dinero y les sobraban tiempo y oportun.idades para gastar-

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