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198 P. DAVID DE LA CALZADA Un sencillo cura campesino me contaba en cierta oca– sión, que por el pueblo que él regentaba, cayó un día cier– ta empresa productora, con un buen elenco de artistas. Traían una película entre manos, y buena parte de ella se iba a rodar en aquel escenario campestre. Esto fue una auténtica novedad para todo el vecinda– rio que, curioso, se acercaba para ver y conocer a los artis– tas, inaccesibles antes para ellos, y observar el rodaje de las escenas. Y hasta el buen párroco se daba por allí algu– nos paseos para ver el panorama y deleitarse con la ac– tuación de aquellas figuras. En los descansos se acercaba a ellos, y procuraba enta– blar conversación. Muy pronto pudo advertir que aquélla era extremadamente difícil. El quería hablar de cosas se– rias, y parece que los temas serios rebotaban en las mentes de aquellos artistas, poco familiarizados con la seriedad. -No se podía hablar con ellos de nada serio, -me de– cía. Parece como si en aquellas mentes no hubiera ni una idea que valiera la pena... Cuando se proponían divertir– nos, cantando, recitando, contando chistes, eran formida– bles y nos hacían pasar un buen rato. Pero, hablando luego con ellos, se convencía uno al instante de que aquellas ca– bezas estaban vacías... Ignoro a estas fechas el nombre de la productora. Ig– noro los nombres de los artistas. Ignoro hasta el mismo tí– tulo de la película. Pero ahí queda archivada la apreciación de un pál".l'oco de pueblo de los de hace veinticinco años. ¡Ojalá que los artistas de nuestro tiempo hayan mejorado la marca en lo que afecta a la seriedad! La ola del turismo saca a innumerables gentes de su casa, las hace cruzar las fronteras y las desparrama por los caminos del mundo. El turismo se hace preferentemente en verano y apro– vechando las vacaciones. Ya de por sí el verano, con su au– mento de temperatura, resulta un poco enervante en el campo espiritual, y nos predispone a la vagancia y a la di– sipación. Las gentes se echan a andar por el mundo con una enorme despreocupación religiosa y moral, y con una ansia loca de diversión y de pasarlo bien. ¡Para eso salen de casa con un presupuesto de unos miles de pesetas! Y se aligeran de prejuicios, se aligeran de ropas y se ali-
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