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lLilllOGl-tAPÍA DE U FRIVOLIIHJJ 197 y nos dan la impresión del triunfo del espíritu sobre la ma– teria, esto no viene a ser otra cosa que un engaño más. La materia, vegetando a la sombra de aquel caserío inmenso, se ríe del espíritu que lanza sus torres al aire, y parece de– cirle: Para ti ese cielo azul... Nosotros nos atenemos a esta tierra gris, y preferimos revolcarnos en la materia, que nos proporciona goces actuales, aunque no sean eternos... En Manhattan, (Nueva York}, la materia ha crecido de tal modo en el entramado de sus grandiosos rascacielos, que hasta las torres de la Catedral de San Patricio han queda– do achicadas y hundidas entre aquellas moles chatas y amorfas de los colosos de cemento y hierro. Quizá sea esto un símbolo de nuestra edad y de nuestro mundo. La mate– teria ha desplazado al espíritu. El paganismo se masca en las calles de la gran ciudad. Escalofriante aquella estrofa que Torcuato Luca de Te– na dedicó a Nueva York: "Ciudad con sed de altura y sin ascetas, ciudad sin sexo, vertical y fría, con déficit de luna y de poetas y superavit de melancolía". Si no con tanta razón como a la gran metrópoli ameri– cana, sí con bastante, podemos aplicar estos versos a to– das las ciudades del mundo. La edificación material busca las alturas; pero sus habitantes buscan la baja tierra. An– tes, sin tanta altura de edificios, la veían de más cerca, y quizá conocían mejor sus fallos. Ahora la ven más de lejos, y los fallos se les pierden de vista. Crecimiento, desarrollo, superación constante, riqueza, goce... Ausencia de espiritualidad. Desconocimiento absolu– to de la abnegación y el sacrificio ... Y, por remate, la insa– tisfacción inherente al disfrute de las cosas humanas, y la melancolía inaguantable que, en ocasiones, desemboca en el suicidio. Son demasiado pequeñas las cosas humanas pa– ra llenar las aspiraciones de nuestro corazón... En la ciudad, la frivolidad tiene una manifestación es– pecialísima en la vida de los artistas, sobre todo de la pan– talla. No es que todos sean unos frívolos; pero sí afirma– mos que la frivolidad encuentra en sus actividades y rela– ciones un ambiente sumamente apropiado para su des– arrollo ...
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