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H P. DAVID DE LA CALZADA Y si vas con elegancia y con mucha educación, al final siempre te pasa lo que al gallo de Morón... ¡A lo loco, a lo loco! Cuando quieras coger el tranvía, ¡a lo loco, a lo loco!, y si no perderás todo el día. ¡A lo loco, a lo loco! Con un "aiga", dinero y amor, ¡ a lo loco, a lo loco, a lo loco, a lo loco se vive mejor!" Después de leer estos versos necios e insulsos, ¿quién duda que podrían muy bien convertirse en el himno oficial de la frivolidad? Es difícil encontrar algo más vacío de sen– satez v de cordura. Pa;a mí, que el autor, a quien no tengo el gusto de co– nocer, escribió estos versos en un rato de buen humor. Y para mí tengo también que debió componerlos en rechifla de nuestra sociedad frívola y desquiciada. Sólo en este sen– tido puedo explicarme estos versos, que han dado cauce, cabalgando en su música, tan a tono con la letra, a las ex– pansiones de tantos espíritus vanales, durante unos cuantos años. No cabe duda de que los autores, tanto de la letra como de la música, supieron llegar al fondo de esos cora– zones sin fondo ... No; a lo loco no se vive mejor... A no ser que admita– mos que la vida de un animalito es mejor que la conscien– te y consecuente de los racionales. Para vivir a lo loco no se necesita mucha inteligencia, ni un sentido común equi– librado. Basta dejarse llevar por los instintos como las bestias. Aparte de que, viviendo a lo loco, no encontraríamos nunca la felicidad soñada, sino el amargo reproche del re– mordimiento y la vergüenza de prostituir nuestra humana dignidad, para constituirnos en los payasos de la creación. Y aún quedaría lo más serio: La tremenda responsa– bilidad ante el Juez Divino por nuestra vida vacía de bue– nas obras y totalmente al margen de sus mandatos. Cualquier cristiano de la calle sabe perfectamente que Dios no nos mandó al mundo para que viviéramos a lo lo-

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