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CAPITULO XVII LA FRIVOLIDAD PRESENTE EN TODOS LOS AMBIBNTES Un padre tiene varios hijos, pequeños todavía. Los ama con enorme ilusión. Pero, por circunsfa.ncias especiales, aún no se ha dejado ver de ellos. Ellos todavía no le conocen. No obstante, el padre, que se preocupi1 sinceramente de su,, hijos,, ler; ha deparado m1 exeelente precrcptor para que los instruya, los aconseje y los encamine debidamente por los caminos de la virtud. Un día el precepto.:, al hacerse car~o de su cometido, los reúne a todos en un salón de 1::i cac;a, v les dice: -Vu~estro padre es muy bueno, y no piensa en otra co– sa más que en vuestro bien. l'fo os faltará nada. El se cui– da de proporcionaros ca"a, dimentos, vestido ~r educación. Todo lo hará realidad su amor y solicitud amorosa por vosotros. Pero el encargo ele vlw1,tro padre, r;_ue yo os debo recor– dar 1-:iempre, e, que estudiéis mucho y seáis buenos. Así le daréis gusto y haréis que e:sté contento de vosotros. El os lo premfará con esplendidez. Pero, mirad; yo os debo advertir que ahí, en el techo, ha-¡ un agujerito. Desde él os acec1':1. El lo ve todo y se en– tera de todo, y ve si cumplís sus órdenes y sois buenos. Y llegará un día en que esa puerta cerrada se abra, y aparecerá vuestro padre para deciros: -Venid todos aquí. Voy a ajustaro:, las cuentas. Tú has sido malo; ponte a mi iz,:¡uierda. Tú hns sido bueno, estu– dioso y obediente; ponte a mi derecha. Tú, por ser mal es– tudiante, quedarás encerrado aquí durante ocho días, para estudiar lo que no has estudiado. Tú, porque ho.s sido bw::– no, ven con tu padre. Te voy a llevar a una excursión fan– tástica por países de ensueño, en premio a tu diligencia. El preceptor ha terminado su exhortación a los niños, y éstos comienzan a actuar por su cuenta. Hay alguno, a quien las palabras de su preceptor le han llegado al alma; y, echando una ojeada al agujerito del te-

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