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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 18i con una linterna buscando ¡un hombre!, es decir, uno que se ocupase en cosas serias, dignas de un hombre. Yo bus– caría con linterna un hombre que piense en serio y con fre– cuencia en las cosas de la vida futura, de la eternidad; y ¡qué pocos encontraría!" (P. Albizu). El comprobar esta frivolidad general que abarca a to– das las edades de la vida y a los más varios estados de per– sonas, está al alcance de todos. Recetas de Cristo para conocer a los árboles y a las personas: "Por sus frutos los conoceréis". Y refiriéndose más concretamente a las personas: "De lo que abunda en el corazón, habla la boca". En conclusión: Que son los frutos los que nos dan a co– nocer al árbol. Unos frutos excelentes, dan testimonio de la excelencia del árbol. Unos frutos malos, dan testimonio de que el árbol es también malo. Traducido este lenguaje a las personas, tendríamos que decir: Unas obras habitual– mente buenas, denuncian a una persona buena. Unas obras habitualmente malas, denuncian a una persona mala. Y unas obras habitualmente frívolas, denuncian a una perso– na frívola. "Por sus frutos los conoceréis". Pero no son solamente las obras; también las palabras, las que denuncian el interior de la persona, y el grado de sensatez de que disfrutan o de frivolidad que padecen. "De lo que abunda en el corazón, habla la boca". Recuerdo con nostalgia aquellas mis primeras salidas de predicación en mi juventud. Acostumbrado hasta en– tonces a la vida reglamentaria y ordenada del convento, a aquella vida de soledad, de oración, de estudio, en la que se guardaba un silencio casi continuo durante el día, sin más tiempo para hablar que el de los dos recreos comuni– tarios de media hora después de la comida y de la cena; familiarizado, por otra parte, con las cosas espirituales, y pensando siempre que eso era lo principal y para lo que habíamos venido al mundo, dos cosas me sorprendían y lla– maban la atención poderosamente: l.ª), que la gente esta– ba hablando, sin parar, desde la mañana hasta la noche... ¡No se cansaban de hablar!; y 2.ª), que no hablaban más que de fruslerías, de cosas materiales y de intereses econó– micos... Parecía como si lo sobrenatural. el más allá no existieran para ellos. "De lo que abunda en el corazón, habla la boca". En el

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