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P. DAVID DE L.'\ CAL7A!lA La vida efímera de este mundo va quedando a la espalda. ¿Para qué preocuparnos tanto del dinero, que ya no vamos a necesitar? ¡La eternidad! Esa vida nueva, que no acabará ya nun– ca, se nos acerca por instantes ... ¿Por qué esa frívola des– preocupación de }os hombres rna:lur03 -:; de los ancianos frente a la eternidad? ¿Por qué, en vez de emplear la ve– jez en amontonar billete:; de banco, que todos se van n quedar aquí, no b empleamos en atesorar méritos y bue– nas obras, que tanta gloria y felicidad pueden granjearnos eternamente en el cielo? Un aldeano, por circunstancias de la vida, tiene que ir a vivir unos años en la capital. Si se marcha a ella con la chaqueta puesta y la c2.rtera totalmente vacía, todos le lla– marán loco. En la capital no se puede vivir sin dinero. A cada paso hay que e:br echando mano de la cartera. Ni comer ni vestir ni habitar en un piso ni siquiera pasear será posible sin gastar dinero. Pensad ahora en la infinid2.d de hombres que, estando ya con el pie en el estribo para ir a vivir, no unos cuantos años, sino para siempre, en ese oscuro m{:s allá, y sabiendo que las buenas obras son la única n1oneda que allí tiene circulación, no se preocupan lo n1ús mínimo por adquirir– la, y se embarcan en la gran ave1üura de la eternidad con la cartera vacía de buenas obras .. La lamentable imprevisión de aquel hombre que mar– chara a la ciudad desprovisto de todo, sería calificada de locura. Ponedle vosotros ;:hora el calificativo que le con– venga, a la imprevisión, mil veces más lamentable, de este otro que dcspreocupadameute pasa a la eternidad con la bolsa vacía. El diccionario no tien2 palabras suficientemen– te expresivas para calificar conducta. Ante ella parece que se <lifumina ha,;ta b frivolidad de la juventud incons– ciente. En otro aspecto, os certifico que me da una pena in– mensa cada vez que veo a un ancia;.10, jubilado ya de su empleo o profesión, que se cree eximido por ello de todo deber, y no piensa ya más que en comer, dormir y pasar el tiempo, en la esterilidad más absoluta de obras espiritua– les. Me dan la impresión (le unos animaJitos que esperaran con resü;nación la hora de :m muerte, como algo fatal. en lo que todo ha de terminar.
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