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l'.!,DlOGR!,FÍA DE Li, FP.IVOLlD \D Pero lo esperaba para más tarde; y comiderábamas normal prepararnos y esperar. Resignac!os y tranquilos con nues– tra suerte, pensábamos que muy pronto :;eríamm: mayores, y entonces, con m:5.s bagaje de ciencia y experiencia, po– dríamos influir más en el mundo. Pero la juventud. de hoy, al :.~:, :iij~ ciel 0 i«l•J, ti:,:"2 p,:i– sa por influir, por pesar en la balanza de la sociedad, y el disgusto de encontrar obstúculos para ello, es lo que hace aflorar la protest2.. a ~U:} labios. y pari:i rv_:~Jl8.r la p1.·cr~:'~'l ;l.ao ' e:;, quiz:.i, pnra lo C}Je '/Íe~1e L,: 2.dulc.ció:::1 de los in~~~r·:Jres_ He conocido a jóvene~; :,erios, f'e"2.s2.tos, a los que ya re– pugnaba tanta y ta:ri servil adulación de lo:; mayores a la juventud. Uno de ellos me decía: -¡Ya está bien de adulación!. .. La h'i~te impresión que nos da es que nos tienen L"'.íeclo ... ¡Que rnr; dejen .~e ::uen– tos, y que nos digan la v~rdad! Lm jó·,e1·es tenemos defec– tos como todos. Que nos advierb;1 cnritativam•~mte c.:e esos defectos, para corregirnos de ellos, y así poclxemo' ser de verdad mejores". No cabe duda de que, en los jóvenes q1..,e así piem;an, hay una inmensa dosis de sensatez. ¡Ujalá :fuenn más los que así pensaran! Pero la adulación es muy +e:nible aun para los mayores. Y me imngino que c:eb::: ,,e:· e,1orn1en1cnte per– suasiva y fascinadora para la juventud... La adulación I}'.'e– de torcer el rumbo de muchas vid::is, inutilizúndolé:s del mo– do mús tonto. Y la adulación puede crear en nosotros un mito de excelencia que no respon.u:1 a la realich:"i, --_,· •,_;_u, nos haga repulsivos a Dios y a los hombres. Ciertamente que hoy encontramos, entre los e.ludidos defectos, magníficas cualidades err buena parte de nuestr.: juventud. Pero es que hay perfecto derecho a esperar mu– cho de ella, a exigirle mucho. Comparad2 con la formación de la juventud de otros tiempos, la de hoy ha podi lo ós– poner de una formación, de unos mec'ios y d2 un ambien– te propicio de verdadera excepción. Y creo que b patria tiene derecho a pasarle la cuenta. Si la juventud de antes de la guerra pudo rendir servicios excepcionales a E,'pilña, con una preparación infinitamente m:~s deficiente, lo lógi– co es que la de hoy, mucho más atendi:la en todos los as– pectos, rinda, por lo menos, lo que rindiero:,:i las anteriores. Lo último que tenemos que decir a los jóvenes es una cosa muy llana y sabida de todos; pero que se olvida con
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