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R,\DTOf:RAFÍA DF. L.\ FRIVOLIDAD 177 Hay un minuto de filosofía que dice: "Si todos los que se examinan de gramática, aritmética, y aun de otras ciencias superiores, tuvieran que examinar– se también de educación, ¡cuántos quedarían suspendidos!" Tenemos que decir, con verdadera pena, c1ue el IV Man– damiento está en crisis entre la juventud de hoy. ¿Quién honra de verdad a sus padres? ¿Quién les ama, obedece y ayuda como Dios manda? ¿Qué respeto hay para con el gobernante, el superior, el anciano? En muchos casos el gesto para con estos valores que Dios nos manda respetar, es el desprecio... El desprecio y la buda, hasta para con los sacerdotes... No es raro hoy, en nuestras calles de España, el caso del jovenzuelo de quince abriles que, al encontrarse con un sacerdote o religioso de porte comedido, y que en nada se ha metido con él, se permite una alusión irónica en sus na– rices, corno en gesto de hombría, para hacer reír a sus co– legas, a costa del hombre crmsar1rado a Dios. Hablo por ex– periencia propia y ajena. Y ese muchacho es cristiano y cree y reza y va a misa los Domingos, y cuando va a casarse, quiere que un cura bendiga su matrimonio; y cuando se ve en peligro de muer– te, quiere que llamen a un sacerdote para que le absuelva de sus pecados ... ¿Entonces?... Pues, n: i.da ; uno de tantos absurdos e inconsecuencias de la frivolidad. Y el mundo sigue rodando, y "la juventud sigue dando vueltas eternas por la noria de la banalidad", -ha escrito un periodista nada sospechoso de fobia contra los jóvenes, cuyas dotes ha cantdo mil veces. La banalidad parece algo consustancial con la juventud. Un fenómeno que salta a la vista es su pasión desbor– dada por las diversiones. Las diversiones, en plural; aun– que quizá pudiéramos añadir que, preferentemente por la del baile. Y el baile, (claro está), con un representante del otro sexo. De otro modo, no sería diversión. Los salones de baile, los clubs y las salas de fiestas es– tán llenos de jóvenes de ambos sexos. Y para asegurar me– jor la concurrencia mixta a esos lugares de diversión, o el caballero corre con sus gastos y los de su bella acompañan– te, o la misma empresa proporciona a la joven entrada gra– tuita o a precio muy rebajado. Así la facilidad es grande y la diversión más asequible.

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