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176 P. DAVID DE LA CALZADA fracasos, de las enfermedades, de los desengaños amoro– sos, etc... , etc ... El joven se asoma a la vida soñando en una felicidad, que está cierto qué el mundo guarda para él. No es extra– ño que en un buen porcentaje se convierta en una víctima ingenua de una ingenua frivolidad. Nada menos que en la "Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual" del Concilio Vaticano II leemos: "El cambio de mentalidades y de estructuras plantea, frecuentemente, la revisión de todo lo que hasta ahora se consideraba un bien; esto se nota particularmente entre los jóvenes, que más de una vez muestran su impaciencia, o incluso llegan a rebelarse en su inquietud: conscientes de su propia función en la vida social quieren, cuanto antes, to– mar en ella su propio papel; de ahí que, con no poca fre– cuencia, padres y educadores se deban enfrentar cada día con mayores dificultades en el cumplimiento de sus debe– res". (Núm. 7). Esto de que padres y educadores "se deban enfrentar cada día con mayores dificultades en el cumplimiento de sus deberes" para con los hijos, manifiesta bien a las cla– ras que la independencia, la insubordinación y el descarrío de los hijos marcha en línea veloz y ascendente cada día. En otras palabras, que cada día la juventud es más incon– trolable, costando a los padres y educadores cristianos, res– ponsables de su educación, muchos dolores de cabeza. En otros tiempos había autoridad en los padres, y había respetuosa sumisión en los hijos. La juventud de hoy es la más tolerada de todos los tiempos por parte de sus padres, y es la que más protesta. Es la que difruta del más alto nivel de vida, y es la más descontenta con su suerte. La que más debe a sus padres y antepasados en el terreno material, que le han deparado tanto bien, (puesto que no serán tan petulantes como pa– ra creer que lo han creado ellos mismos), y son los que menos lo agradecen, y quizá incluso desprecian a esos pa– dres o antepasados. Sin duda que estos son los tiempos en que más atención ha prestado la sociedad a la juventud, y los tiempos en que más baja está la urbanidad y la cortesía de la juventud pa– ra con los miembros de esa sociedad, a la que, en el fondo, con frecuencia se desprecia.

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