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CAPITULO XVI LA FRIVOLIDAD PRESENTE EN TODAS LAS EDADES DE LA VIDA Unamuno estuvo confinado algún tiempo por el gobier– no en la isla de Fuerteventura. De allí logró fugarse y huyó a Francia. Tras una permanencia bastante prolongada en París, vino a instalarse en Hendaya, quizá para estar más cerca de su tierra, a la que, sin duda, amaba de corazón. Durante su estancia en Hendaya, y quizá por aquel su innato espíritu de rebeldía contra todo lo que no le pareciera razonable, no pudo acomodarse al horario francés de acos– tarse a las ocho de la noche. Trasnochaba un poco, en con– tra de la general costumbre del pueblo galo, y luego se le– vantaba a las ocho o nueve de la mañana, cuando ya los na– tivos llevaban en pie varias horas. Todos los días se reunía en agradable tertulia con varios amigos. Pero comenzó a introducirse en ella un intruso pe– dante que, sin duda, buscaba medro para sí en el trato con aquellos respetables señores. Le observó algún tiempo Unamuno, y muy pronto vino a darse cuenta del vacío y de la petulancia de aquel ad– venedizo. El intruso, al enterarse de las horas que dormía el maes– tro, quiso presumir de cierta superioridad sobre él, dicién– dole: -Yo solamente duermo cinco horas, y tengo suficiente. Usted duerme bastante más que yo... Unamuno no pudo aguantar la pedantería de aquel su– jeto y, con tono airado y gesto despectivo, le contestó: -Es verdad... Pero cuando yo duermo, estoy dormido; el resto del tiempo estoy bien despierto.Y usted lo que se llama despierto, no lo está nunca. Usted, cuando no está dormido del todo, está adormilado ... Abundan personas en el mundo que duermen muchas horas. A pesar de ello, no tienen suficiente. Y, aun después de despertar de su sueño fisiológico, continúan medio dor– midos por entero todo el resto del día. Despiertos, si que– réis, a las cosas materiales; pero dormidos para las cosas

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