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12 INTRODUCCIÓN Ley de Dios. Creo que nadie sinceramente deseoso de su bien tenga derecho a molestarse por ello. Condenaremos el pecado; no al pecador. Y después del diagnóstico, procuraremos el re– medio que, en ocasiones, tendrá que encomendarse al bisturí en la mesa de operaciones. Pero todo debe darse por bien empleado a trueque de recobrar la salud del alma, bastante más impor– tante que la del cuerpo. Nuestra responsabilidad de sacerdotes sería enorme ante Dios si, por no herir, calláramos la verdad amarga que puede salvar. Tremendas las pa,abras de Dios al profeta Ezequiel: "Mira, pues, ¡oh hijo del hombre! Yo te he puesto por atala– ya de la casa de Israel. Cuando oigas de mi parte la palabra, apercíbelos de parte mía. Si Yo digo al impío: ¡Impío, vas a morir/ Si tú no hablas al impío para apercibirle de su mal camino, el impío morirá por su iniquidad, pero de su sangre te pediré Yo cuenta a ti. Pero si tú apercibiste al impío de su camino para que se apartara de él, y él no se apartó, él morirá por su iniquidad, pero tú ha– brás salvado tu alma". (XXXIII, 8-9). Por atalayas del pueblo de Dios se nos ha puesto en el mun– do a los sacerdotes. En consecuencia, tenemos que transmitirle el divino mensaje. No siempre será grato; pero siempre saluda– ble y salvador. Admirables las palabras del P. Estella: "El predicador de la verdad, ha de poner remedio a nuestro, males, y si te parece que en esto es descomedido, no juzgas bien; porque quien se desmanda no es él, sino tus costumbres desordenadas". Y en otra parte añade: "Porque San Juan Bautista dijo la verdad a Herodes, fue puesto en la cárcel. Muchos merecíamos estar en ella porque no la decimos". No quisiera ser uno de esos "perros mudos", candidatos a las cárceles eternas por el delito de un silencio cobarde. Por eso, apcrte de mis modestas predicaciones, y de mis charlas por la ra– dio, ahí va mi humilde librejo buscando tu atención '11 tu be– nevolencia. Si este libro encuentra favorable acogida, es muy posible que pronto le siga a la imprenta otro hermanito suyo con el titulo "La frivolidad en su salsa", cuya redacción está a punto de con– clutrse. Vale.
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