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tl.ADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAl> 169 Frivolidad en la vida entera, desentendida en absoluto de Dios y del más allá. Fue certero quien afirmó: "Muchas personas se compo– nen de tres partes: egoísmo, vanidad y cuenta corriente". Por eso nos encontramos a cada paso por el mundo con esos seres humanos inútiles, que son la deshonra y ver– güenza de la especie humana. Parásitos de la sociedad, ani– males de engorde, máquinas de consumo que nada produ– cen. Vividores del más bajo estilo. Hombres sin miras, sin horizontes, sin ideales. Su única obsesión, sacar el jugo a la vida, sin preocuparse por nada ni por nadie. A estos tales, ¿les podremos llamar cristianos, aunque de pequeños les administraran el Bautismo? Peor aún: ¿podremos llamarlos siquiera hombres? Un poeta satírico español nos ha dejado en un soneto la desangelada semblanza de estos tipos, a quienes tan poco deben la religión y la patria. Lo titula "Historia de mu– chos", y dice así: "Nacen, sin que averigüen por qué nacen. Crecen, sin que averigüen por qué crecen. Se hacen hombres, o al menos lo parecen, porque de talla varonil se hacen. Ni en estudios las cejas se deshacen, ni en saber su cerebro desvanecen. Creen que homenaje por vivir merecen, y en contemplarse a sí se satisfacen. Si siguen, por azar, una carrera, la siguen, como sigue al hormiguero la hormiga ruin que marcha la postrera. Se creen aptos a dar al mundo entero las luces de su estúpida mollera, y es su cabeza un molde de sombrero". Hoy se habla mucho de cultura, de formación, de madu– rez, de responsabilidad. Y creo que nunca se ha prostitui– do más la cultura. Nunca se ha hecho más mofa de la for– mación. La madurez sigue tan inmadura como siempre, y la responsabilidad no se ve por ninguna parte... "Dar tes– timonio". He ahí una frase que apenas se nos cae de los labios. Y cabría preguntar a la vista de lo que pasa en el mundo que nos rodea: Testimonio, ¿de qué? El lamento de Jeremías hace tantos siglos, tiene hoy aún

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