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104 P. DAVID DE LA CALZADA cura tenemos que aguantar en la sociedad en que vivimos; y bien podemos afirmar que ese bastante de locura, lejos de hacer de la vida un paraíso, lo que trae es al retortero a toda la humanidad. Pero, como hay gustos para todo, bien podemos afirmar que no hay ridiculez ni desatino que no tenga su público de incondicionales. En estos últimos años Charlie Rivel ha sido considera– do como el mejor payaso del mundo. Sus "Memorias" son como libro de texto en las escuelas escandinavas. El año 1965, con motivo de una actuación en España, el célebre payaso hizo a un redactor del diario "El Alcázar" de Ma– drid, unas interesantes declaraciones. Entre otras cosas, de– claró: "Las personas son payasos. Yo aprendo de las personas; todo lo que sé me lo han enseñado ellas. Mírelas: tápese los oídos en un baile y mírelas. ¿No le enternecen? Todo lo que el público ríe al verme actuar, lo ha hecho él alguna vez sin darse cuenta". Y el redactor comentaba: "Charlie Rivel no prepara sus "gags". No le hace falta. Improvisa. Cuando sale a la pista no es un payaso: es la Humanidad". Estas extravagancias que menudean en nuestra vida, y de las que aprenden sus genialidades los payasos, que lue– go tanto nos hacen reír, no sólo se dan en el campo de lo intranscendente, pongamos por ejemplo, en una sobremesa o en una visita de cumplido, para hacer reír un poco a los contertulios; se da también, y esto es más grave, en el cam– po de lo político, de lo social, de lo moral y lo religioso. No es lo mismo ser payaso accidentalmente en una alegre ter– tulia para entretener a los amit;os, que serlo de verdad en la vida y frente a Dios. La Sagrada Escritura nos dice que el número de los ne– cios es infinito. Y no creo que se refiera la Sagrada Escri– tura, ni a los que, privados de razón, se encuentran re– cluidos en un manicomio, ni a los retrasados mentales que no reúnen méritos suficientes para que los recluyan. Más bien creo que se refiere a esos otros necios del mun– do religioso y moral que, teniendo inteligencia y teniendo fe, piensan, hablan y viven como si no la tuvieran. Es la grey inmensa de los frívolos y los mundanos. Y el núme– ro de éstos no hay duda que es infinito.
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