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INTRODUCCIÓN 11 Con este estilo falto de densidad de ideas y un tanto diluido y lento, quiero, sencillamente, "dar tiempo a que se vayan ente– rando" aquellos de mis lectores no habituados a la reflexión y poco dispuestos al esfuerzo mental que ella exigiría. A los niños pequeñitos el alimento se les da en papillas; pero tampoco ven– drá mal a los que, sin ser ya niños, están desdentados. No he querido hacer un libro marcadamente serio, porque la misma seriedad, ya de antemano, espantaría a la inmensa grey de los frívolos, que es la caza que con preferencia quiero capturar. La seriedad va en el fondo un tanto disimulada en– tre el follaje, en apariencia ligero e intranscendente. Tampoco he querido que la obra fuera empedrada de textos bíblicos y de los Santos Padres. Aprecio todo el inmenso valor que en sí tienen. Pero pienso en los destinatarios de este libro que quizá no aguantaran esa reiteración de textos, por conside– rarla árida y pesada. Por el camino empedrado, los usuarios del confort no se moverían con comodidad, aunque las piedras fue– ran de oro. Ignoro si hay algún libro que trate sistemáticamente y de propósito este tema de la frivolidad. Lo que puedo con/esar es que, si este libro existe, no he tenido la suerte de que caiga en mis manos. Y, por tanto, no ha podido servirme de orientación y guía en mi empresa. Lo que yo digo en este libro es fruto de mis humildes cavila– ciones, ayudadas en buena parte por textos, fichas y sugerencias que he podido ir recogiendo a lo largo de los años en las más variadas lecturas de libros, revistas y periódicos. A la sentencia, quizá un tanto ambigua, le he dado aplica– ción concreta. A la anécdota o suceso más insignificantes, les he buscado la faceta o aspecto que ofrecían más natural aplica– ción a la defensa o ilustración de la causa noble que defiendo. Sin ingenio, por mi parte, y sin disponer de la orientación de libros que trataran el tema a fondo, por necesidad mi traba– jo tiene que ser pobre. Pobre en su concepción, y pobre en su desarrollo. Pero he hecho lo que he podido. Otros se encargarán de perfeccionar lo que yo no pude. Sólo pido a Dios que se digne utilizar estos mis pobres con– ceptos para llevar la luz del desengaño a tantas almas enton– tecidas por la frivolidad. Tratándose, por otra parte, de un libro moralizador y escrito por un sacerdote, inevitablemente tendrá que decir verdades poco gratas, denunciando fallos morales reñidos con la Santa

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