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158 P. DAVID DK LA CALZADA vierte, por cada pródigo que regresa arrepentido a la casa del Padre. Así lo afirma Cristo: "Habrá más gozo en el cie– lo por un pecador que se convierte, que por noventa y nue– ve justos que no tienen necesidad de penitencia". Clodoveo era rey de los francos y su religión era el pa– ganismo. Su esposa Clotilde era cristiana y, además, santa. Quería con toda su alma apartar del paganismo a su espo– so y ganarle para la Iglesia; pero todas sus reconvenciones y consejos se estrellaban contra la insensibilidad del cora– zón del rey. Un día Clodoveo emprendió una guerra contra los ger– manos. La suerte comenzó siéndole desfavorable en el cam– po de batalla; y entonces, en la adversidad, se acuerda del Dios de Clotilde, su esposa y, levantando a El su corazón, le promete solemnemente que, si gana la batalla, se con– vertirá a la fe, pedirá el bautismo y propagará la religión cristiana por su reino. Dios escuchó su promesa, protegió sus armas y le con– cedió ganar brillantemente la célebre batalla de Tolbiac. Puesto de rodillas sobre el mismo campo donde se había desarrollado el combate, clamó con voz exaltada: "¡Grande y poderoso es el Dios de los cristianos! ... " En cumplimiento de su promesa, en la Navidad del año 496, recibía sobre su cabeza las aguas del bautismo, de manos del obispo San Remigio, bajo las naves de la iglesia de San Martín de Reims. Son célebres y significativas las palabras del santo al disponerse a bautizar al rey: "Inclina tu cabeza, fiero Sicambro; adora lo que quemas– te, y quema lo que adoraste". Ozanam afirma que siguieron el ejemplo del rey tres mil compañeros de guerra, y que, cuando éstos salieron de las aguas bautismales, con ellos salieron catorce siglos de monarquía, la caballería, las cruzadas, la escolástica; o sea, el heroísmo, la libertad y la luz de los tiempos modernos... "Adora lo que quemaste, y quema lo que adoraste". Esto incluye un profundo cambio de mentalidad, un ra– dical cambio de apreciaciones y amores y, lógicamente, un cambio radical de costumbres. Es decir, un consciente alto en el camino para rectificar la dirección errada, para orien– tarse definitivamente por caminos de salvación. También al frívolo tendríamos que decirle lo que San

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