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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 119 tiempos se celebrará otro juicio. Este será de proporciones colosales: El Juicio final. A él será convocada toda la hu– manidad, y en presencia de todos los hombres que han pa– sado por el mundo en el transcurso de la historia, se revi– sará la causa de todos, que ya se vio y sentenció en la muerte de cada uno. Lo exigirá la justicia de Dios, para que quede patente ante toda la humanidad lo equitativo de sus fallos. Para ensalzar y llenar de honores a todos los hon– rados del mundo, y cubrir de vergüenza a los que no la co– nocieron durante su vida. En los dos juicios, particular y universal, se hará un examen a fondo sobre nuestras obras, cotejándolas con los Mandamientos de Dios. Estos Mandamientos serán el pro– grama de este decisivo examen. Estos Mandamientos, en– tendidos en su verdadero sentido, en el sentido que Dios les quiso dar; no según la interpretación arbitraria de los hombres, los tiempos, los lugares y las circunstancias. Los hombres pueden cambiar; Dios es inmutable. Es el Justo y el Santo. En su tribunal no habrá excusa valedera que no sea estrictamente razonable. Un autor piadoso nos dice que en esos juicios habrá que dar cuenta "del bien que se ha recibido de Dios; del bien que se ha obrado; del bien que se ha hecho mal o que se ha dejado de hacer; del mal que se ha cometido; del mal que se ha hecho cometer a otros; del mal que se ha aprobado o que se ha denunciado o impedido; del mal del que se ha sido cómplice o al cual se ha dado ocasión y causa con el consejo, el consentimiento o el mandato; del mal del que se ha sido cómplice incitando o lison– jeando, por negligencia propia, o prestando su autoridad o auxilio, o, en fin, por medio del mal ejemplo o el escán– dalo". Serás condenado tantas veces, cuantas fueren las almas que hayas inducido a su condenación. Tendrás en el cielo tantas coronas, cuantas sean las almas con las cuales hayas cooperado a su salvación eterna". (P. Crasset). En una palabra; como dice San Juan de la Cruz, Dios te examinará sobre el amor, pues en el amor se condensa to– da su Santa Ley. El trigo y la cizaña que habían crecido mezclados en el gran campo de labor del mundo, serán segados y separa– dos cuidadosamente en haces, para ser trasladado el trigo

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