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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLID!,D !09 representac10n con el nüs vivo interés. Allí están, aplau– diendo si la representación e:, correcta. Allí están, mostran– do su desagrado si 18. rc.:pre::,entación es detestable. Esos aplausos no p:L~E1 c:_esap,:rcibidos. Los oímos tam– bién nosotros cuando reprnsentamos correctamente. Se tra– ducen en esa satisfacción ü1efable que sknte el alma por el deber cumplido. Y es:1s mue:itras (~e desagrado de esos es– pectadores invisibles, también. be; advertimos nosotros cuando representamos mal. Son los remordimientos de conciencia. Allá en el fondo de nne,stro ser, parece que sue– na la voz aü·acla de Dio; que nos dice: "¡J\,fa.l! ¡Rematada– mente mal!. .. ¡Eres un malvndo! ... " Podríamos expresar todo esto con una imagen evangé– lica. Los hombres qno venimos al mundo, somos siervos de Dios, contratados por I~l p:1ra trabajar en su viña o here– dad. El trabajo se llnma aouí cumplimiento de la Ley de Dios. Pero, (no lo perda'nos de vi,,ta), siendo Dios dueño y se– riar absoluto nuestro. :~in eluda que pudiera habernos man– dado a trabajar a su herecbd, sin ligarse V):,_ contrato al– guno de remuneración p:ffa con nm;otros. No obstante El, amorosamente ha querido e':tablecer un contrato, enorme– mente ventajoso par2. :10:.:;ot:ros, si a él nos atenemos; pero enormemente preocup:mte :.;i lo quebr:mtamm. El que tra– baje honradamente, te~drá 0.ere2l10 a la vida eterna. El que se niegue a trabajar, ser{, k 07 zado al eterno suplicio. La vida del hombre del::e ::er una dimensión vertical, una ascensión, una superación const:mte. Como la torre de la (';lesia, como el ,mrti 1.01· de a;;ua de b fuente que van hacia la altura. Para proyccf-arse hacia el cielo, es impres– cindible dejar la tierra atrás con tod::is sw; cosas. Se ha dicho que la vida debe ser como un juego de nai– pes. No podemos mejon,r bs carbs que no::; tocan, pero he– mos de poner todo el empefío en jugar bien y sacar a esas cartas el mayor partido po:üble. En la vida el mayor par– tido posible será el mejor servicio de Dios y el mayor aco– pio de méritos para el cielo. El obispo Fulton J. Sheen escribe: "La <;ente vive diez, veinte, treinta o cincuenta afios sin tener r;inf.Ún plan. No es extraño que encuentren su exi:;tencía monótona y aburrida". Y en otra parte añade:

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