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P. DAVID llE LA CALZAllA Dios es el Papa de Roma, como el último habitante de la selva. Si a ese pobre salvaje no ha llegado aún la luz de la fe y, por tanto, no cono~·e a Cristo, allá en el corazón tiene grabada por el dedo de Dios la Ley Natural, reflejo de la Ley Eterna, que viene a ::er la Ley de Dios, promulgada por El mismo pnra todos en lo íntimo del alma. Cumplien– do esa Ley, se salvará. Es muy triste que la mayor parte de los hombres se in– dependicen por su cue;~lta de su Creador y Conservador, y se olvideil de e2e deber primordial de su vida que es el servicio de Dios en el cumplimiento de su Santa Ley. Hoy desgraciadamente no se piensa en una promoción y superación e,:;piritual o mornl cada uno de sí mismo; úni– camente se sueña en una superación social y económica. La materia sigue triunfando del espíritu. III) La vida temporal tiene carider de destierro; es lugar rle paso y tiempo de :r.n:ueha. Perdimos el Paraíso por el pecado de nuestros primeros padres, y en ellos fuimm; lanzados a este destierro del mun– do erizado de abrojos. Nue;;tro de:,tino humano sería ser– vir a Dios durante uno;; año3, y comer el pan con el sudor de la frente. El que crea, pues, que el mundo es un paraí– so, y que a él ha venido con la única consigna de evitar to– do dolor y disfrutar de todo placer, está enormemente equi– vocado. "El problema de nuestro tiempo, -ha escrito un au– tor-, es que los homl::res quieren llegar a la tierra prome– tida, sin pasar por el (resierto". Sabemos por los libro;; santos, que el pueblo de Israel pasó por el desierto para llegar a la tierra prometida. Sa– bemos que Cristo pasó por el Calvario para llegar con su humanidad a la Gloria. ¿Y nosotros intentamos pasar por los placeres del muado, no siempre lícitos, a los esplendo– res del cielo? La tierra es el teatro grandioso construido por Dios, pa– ra que en él, durante la vida, representemos los hombres la obra sumamente ~eria y dramática del cumplimiento del deber. Pero cuando nosotros estamos representando en el es2enario, la gran sala no está vacía de espectadores. Aun– que nos creamos solos y en la más estricta intimidad, allí está Dios y allí están también sus ángeles, siguiendo la

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