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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 10fí no!. .. ¡Y por delante, la sombría perspectiva de una eter– nidad sin fin!... ¡Cómo maldecirá ahora la incomprensible estupidez de aquel momento de su vida! ... La eternidad es algo muy serio, y no se puede jugar con ella... José María Pemán, en unos versos afiligranados, pide al Cristo de la Buena Muerte que le libre de la fascinación de las cosas perecederas del mundo, y le dé sentires con sa– bor de eternidad: "Que mi alma en Ti pns10nera vaya fuera de su centro por la vida bullanguera; que no le lleguen adentro las algazaras de fuera; que no ame la poquedad de cosas que van y vienen; que adore la austeridad de esos sentires que tienen sabores de eternidad". Un célebre alienista francés refiere en sus memorias de una loca que se creía ser una carta. Todas las noches se pe– gaba un sello en la frente y, para echarse al buzón, se me– tía en la cama. Creía ya con esto estar corriendo en el tren o el autobús hacia su destino. Pero, al despertarse por la mañana y encontrarse todavía en el lecho, decía con tran– quilidad que no se había encontrado al destinatario. Sin saberlo, aquell:1 loca expresaba una impresionante verdad. Verdad actual y palpitante. Verdad universal. Ver– dad que a todos nos toca muy de cerca. Todos nosotros so– mos, en efecto, una carta, con una estación terminal, la eternidad, y un destinatario: Dios. Ese es nuestro destino. Pero conviene no equivocar las señas, porque la eternidad también se encuentra en el infierno. Con nuestras obras sensatas y en gracia, en el mejor servicio de Dios, es como iremos escribiendo las auténticas señas de nuestro destino para que, pasando un día por el bu– zón de la muerte, los ángeles carteros nos recojan y nos pon– gan en manos del destinatario, que es el Padre Celestial. ¡Precaución! La alegre y despreocupada frivolidad pu– diera equivocar las señas, el franqueo, y el cartero; y, tris– temente, esa carta, que somos nosotros, no podría llegar al destinatario. Le cabría la triste suerte que en el correo to– ca a las cartas sin franqueo y sin dirección: El fuego ...
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