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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 101 grandioso Monasterio de El Escorial, el rey Felipe II es– taba alojado malamente en un pobre aposento, situado ba– jo el coro, en el que los frailes cantaban día y noche el Ofi– cio Divino. El Prior se atrevió a decirle un día que se sirviera es– coger otro lugar, porque allí, con los ecos de la salmodia y el estrépito producido al levantar y bajar las tablas de los asientos, por necesidad tenían que molestarle. Aquel rey cristianísimo contestó al Prior, que así era, en efecto; pero que lo llevaría con paciencia, porque (es– tas fueron sus palabras), "no era él digno de estar debajo de la tierra que pisaban los siervos de Dios". Y la historia nos asegura que esta frase lapidaria y edificante, la repe– tía el monarca con frecuencia a lo largo de su vida, como algo que llevaba muy grabado en el corazón. La frase es de esas que hacen pensar. No la pasemos por alto. Reflexionemos un poco sobre ella. El rey más poderoso del mundo, no se consideraba dig– no de estar bajo la tierra pisada por los siervos de Dios. Para él había algo en la vida, infinitamente más alto que el ser rey de unos dominios, en los que el sol no se ponía jamás. Y eso, infinitamente más alto, era la consagración de unas vidas al divino servicio; también el sacerdocio. He ahí el predominio de lo espiritual sobre lo material, reco– nocido por un rey cristiano en la cumbre de su grandeza. Y no estaba él equivocado. Lo están otros muchos que, desde menores alturas, miran de reojo a los conventos y dicen con displicencia: ¿ Qué hacen ahí esos holgazanes y egoístas, zánganos de la sociedad, que nada producen pa– ra la patria? ¿ Que no producen nada para la patria? Con la enseñan– za, el apostolado, los sacrificios y las oraciones, proporcio– nan a la patria más beneficios, que toda la caterva de im– píos y anticlericales que se arrastra por el mundo. A la luz de la fe, es bastante más rentable para la sociedad un con– vento que una fábrica, y un buen sacerdote o rel:i.gioso que cualq~üer otro profesional de la ciencia, del \flte 1 8 · .· !iel trabaJo. · . El emperador Carlos V fiaba más de las oraciones y pe– nitencias de sus conventos de España, qué de todo .él po– der y técnica de sus ejércitos. Y de todo tendría• el émpe– rador, menos de tonto.

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