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96 P. DAVID DE LA CALZADA conjunto de elementos, viene a valer unos noventa y ocho centavos de dólar. En nuestra moneda de España, menos de sesenta pesetas... La química, en este caso, es decepcionante. Francamen– te, anonada. Pero decidle a ese sabio que, con esos elemen– tos, fabrique él un organismo como los fabricados por Dios. El cuerpo humano es algo más que una mezcla de ele– mentos químicos. En él ha puesto su mano el Divino Artí– fice, y su obra pregona la sabiduría, la providencia y el amor de Dios. Compañera y señora del cuerpo es el alma. Y del alma humana nos dice el Catecismo que "es un espíritu inmor– tal, creado por Dios de la nada a su imagen y semejanza". De donde deducimos que, si el cuerpo es algo excelente, el alma lo es mucho más. Ved un cadáver. Ni vive ni ve ni oye ni siente ni piensa ni recuerda ni ama. Es algo inerte y sin vida, que marcha vertiginosamente a la descomposición. Pero ved ahora a un hombre vivo. ¡Qué diferencia! Ese hombre ve, oye, siente, piensa, recuerda, ama. Detrás de la luz de aque– llas pupilas llenas de viveza, se asoma al mundo ese mis– terioso inquilino del cuerpo, que es el alma racional e in– mortal. El cuerpo sin alma, no vale para nada. Por muy que– rido que nos fuera antes, lo separamos de nosotros y lo lle– vamos al cementerio. El alma da vida al cuerpo y lo re– valoriza inmensamente. Por otra parte, el cuerpo no puede subsistir sin el alma. El alma puede subsistir perfectamente sin el cuerpo. Y sin él vivirá el poco o mucho tiempo que separe la muerte cor– poral de la universal resurrección. El cuerpo es corrupti– ble; el alma es inmortal. Jesucristo decía: "No temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma". El alma está inmunizada contra las balas y el veneno. El alma no puede ser asesinada. Claro que hay quien se atreve a negar hasta la exis– tencia del alma, por la tontería de que no se la ve. ¡Como si la visión material fuera el único argumento que nos per– suadiera de la existencia de las cosas!... A estos habría que contarles el cuentecito del obrero socialista y el cura: -Señor cura, una duda muy seria me está atormentan-
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