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ARTICULO VII Es verdad que su mente y su corazón se elevaban de continuo a Dios. Con la oración y con el amor a la Santísima Eucaristía·creció en el S. D. el conocimiento y el amor al mismo Dios. Su ora ción fué excelente e i:1-– tensa: se unía y se abandonaba frecuentemente a Jesús, más aún, goz¡: ...;~l de poder padecer a imitación del Divino Maestro, aceptando como venido de Dios todo sufrimiento, con imperturbable calma alegre siempre, jovial y contento. Como lo probarán, etc. ARTICULO VIII Es verdad que el S. D. por el amor que tenía al Señor, no temía otra cosa más que ofenderle. Su conciencia era delicada. No sólo odiaba y huía del pecado mortal sino también del venial. Toda la vida religiosa fué para él un constante estudio de los medios más adecuados para amar al Señor y para purificar su alma, con el fin de prepararla a la vida eterna. Como lo probarán, etc. ARTICULO IX Es verdad que el S. D. nutrió una devoción y un amor verdadera– mente filiales hacia la Santísima Virgen, la cual devoción fomentó ya en– tre los otros religiosos, ya entre los seglares, no omitiendo nada, sino ha– ciendo cuanto pudo para que la amasen. Fué perseverante en el r12zo del Santo Rosario, devoción que le producía gran consuelo. Como lo probarán, etc. ARTICULO X Es verdad qne el S. D. desde el día que vistió el Santo Hábito y de su ingreso en la Orden Capuchina, mantuvo viva la práctica continua y fiel de la observancia de la Santa Regla. Respetuoso con los Superioresr cumplía con delicada precisión todas las órdene(recibidas; asiduo al Co– ro, era amante de la oración diurna y nocturna, y fiel cumplidor de la diaria meditación hecha con la más profunda piedad. Como lo probarán, etc. ARTICULO XI Es verdad que en la vida religiosa desempeñó diversos oficios, con diligencia y con e~ convencimiento de que así servía a Dios, cual conve– nía a un fiel Hijo del Seráfico S. Francisco. Con todos fué caritativo 5g·

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