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tan», confirmando así todavía una vez más aquel deseo vivísimo de inmo– larse por la redención religiosa de España. Como lo probarán, etc. ARTICULO XIII Es verdad que el S. D. fué conducido a la iglesia parroquial de la Vi– lla de Candás, cerca de Bocines, y próxima también a Gijón, la cual igle– sia, desde los primeros días de la revolución, había sido ocupada y con- vertida en cárcel por los marxistas-. · Como lo probarán, etc. ARTICULO XIV Es verdad que desde el primer día de la detención en la iglesia-cár- . cel de Candás, ejerció el S. D. su caridad y su celo apostólico admirable- · mente; confesó a todos los detenidos, y él mismo se confesó, dando ejem– plo a los demás, con Don Jacobo Campuzano, Coadjutor de la parroquia de la misma Villa, arrestado pocos días antes que el S. D. Durante el en– carcelamieuto se pr..)digó el P. Domitilo aconsejando y consolando a sus compañeros de desventura, en aquella hora triste y saturada de dolor, permaneciendo siempre jovial, sereno y confiado en la Divina Providen– cia, irradiando ·así la viva luz de la esperanza, de 1a resignación, y de la confianza ilimitada en la vida Cdestial, en el ánimo de aquellos que des– confiaban y miraban con temor eI acercarse de la hora suprema. Como Sacerdote no pudo adoptar una conducta más edificante. Con frecuencia decía: «Si nos matan, estad alegres, porque volaremos al Cielo». Incitaba a la oración e invitaba a dirigirse a la Madre del Cielo, para qne les al– canzase la fortaleza en el martirio y la serenidád en el dolor. Con fre– éuencia rezaba el Rosario en común. Como Jo probarán, etc. ARTICULO XV Es verdad qu~ la maravillosa persistencia del S. D. w conservar el hábito religioso, aun en las horas más adversas de persecución, da tes– timonio de la eficaz y heroica fortaleza, y de su unión y amor a la Orden Seráfica. De hecho, nada valieron para despojarse ni los justificados te~ mores de la persecución, ni las amenazas e insultos más vulgares de los carceleros, sino que únicamente la violencia le obligó a despojarse del Santo Hábito. Frecuentemente repetía el S. D. «Mi mayor deseo es morir con mi hábito; para eso me hice religioso», ·C9mo lo probarán, etc,

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