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Hermano Fray Lázaro de Villares, trató de hablar por teléfono con la pa– nedería vecina para ver si habían logrado salir los mencionados religio– sos; pero la panadería no respondió, porque debía estar intervenido el te– léfono. En vista de lo cual, fué el P. Berardo persónalmente ~ la panadería por la puerta trasera de la huerta y pudo enterarse de que los tre:5 religio– sos se habían puesto a salvo. Entonces regresa el P. Berardo al Convento. para comunicárselo a los religiosos que estaban en el sótano; pero advir– tió el P. Guardián, que le esperaba, cómo un buen número de milicianos armados venían apuntando al P. Berardo, hacia el Convento. En seguida cayeron en manos de los «rojos», además de el S. D., los PP. Arcángel de Valdavida e Ildefonso de Armellada, y los Hermanos Fray Eusebio de Saludes, luego Fray- Alejo de Terradillos, Fray Eustaquio de Yillalquite El P. Berardo con los otros religiosos fué primeramente conducido a la Comisaría de los «rojos» y luego a la iglesia de los PP. Jesuítas de Gijón convertida en carcel por los mismos «rojos», y más tarde, pocos días antes de ser asesinados, a la iglesia parroquial de la misma población de San José. Como Jo probarán, etc. EL MARTIRIO DEL SIERVO DE DIOS PADRE BERARDO ARTICULO XIV ·Es verdad que, bajo el .fútil pretexto del bombardeamiento de objeti– vos militares por los Nacionales realizado el 14 de agosto de 1936, a las cuatro y media de la tarde, una turba de rovoltosos irrumpió en la iglesia– prisión disparando arma s de fuego para asesinar a todos los indefensos presos. Las blasfemias y los insultos eran inauditos. Los mueras contra todos, los mayores improperios, el lenguaje más soez, salían de sus la– bios envenenados. Especidlmente gritaban: (( QUE NOS ENTREGUEN EL CLERO PARA HACERLE PICADILLO» . «Entre tantq los detenidos nos refugiábamos en los altares laterales en espera de nuestro último fin», para librarse de los mor tíferos disparos de armas de fuego. En s emejante confusión, el joven Gaspar Díaz Jove, viendo aproximar se la hora de la muerte, interpretan– do el sentir de todos los deíenidos. pidió a los Sacer dotes q ue dieran la Absolucóin Sacr amental. E l P. Arcángel trazó entonces la señal de la cruz. Hecho apenas este acto, los milicianos cogieron a los prisioneros y émpe– zaron a escogerlos para b muerte. Primeramente eligieron a aquellos 11
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