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sefiora la confianza que en todo momento depositan en la protección del siervo de Dios padre Andrés, y la fe que tienen en la servilleta usada por él, durante la última cena; como una preciada reliquia la con– servan, con gusto nos han regalado la mitad de la misma, y la otra mitad ellos la guardan como una joya espiritual. En esta visita relataron algunos he– chos que me place consignar, reveladores, no de mi– lagros, pero sí pueden ser gracias obtenidas por in– tercesión del padre Andrés, y manifiestan sobre todo que a él se encomiendan y que no decae la idea que de su santidad y martirio concibieron después de haber sido sacrificado. Hace algún tiempo el sefior Lucas padeció graví– sima embolia. Ante aquel peligro, tanto él como su sefiora acudieron confiados al padre Andrés, sin des– cuidar los remedios humanos, aplicando la servilleta , al lugar atacado por la embolia. Hoy se encuentra mejor que nunca. Enfermo un sefior de Villafranca de los Caballeros, de un ojo, vino a Madrid. Una vez operado, vino a hospedarse a la pensión San Antonio. Pero sentía tales dolores, que daba gritos de desesperación. Los dueños de la pensión le hablaron del padre Andrés, aconsejándole que se encomendara a él. Al parecer el enfermo no era excesivamente crédulo ni piadoso. Pero se encomendó, aplicó la servilleta del siervo de Dios al ojo dolorido, se quedó en seguida dormido, y desaparecieron por completo los dolores. Tan con– movido quedó el enfermo, que regresado a su casa y enterado de que otro paisano suyo había perdido por completo la vista, pidió a Madrid la servilleta para que también a él se la aplicaran; no fue enviada la. prenda. 52

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