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de la comida que él en ella había dejado. Yo estuve también después preso y sentenciado, y por un voto me salvé, atribuyendo esto a la protección del padre Andrés. Tengo que añadir que en dificultades y tri– bulaciones que hemos padecido, tomando la servi– lleta en la mano, hemos pedido el remedio al padre Andrés, y siempre lo hemos alcanzado». ( Antonio Ignacio). «El padre Andrés, que no me quería rica de bienes materiales, ha sido mi protector en lo espiritual y en lo temporal, pues siempre le he encomendado todos mis asuntos y los de mis hijos, como si viviera aún entre nosotros, y no me cabe la menor duda de que me ha protegido. Mi confianza en su valimiento ante Dios es ilimitada. Me consta que los miembros de mi familia, especialmente mi madre, también se encomiendan al padre Andrés. Inmenso es mi de– seo de que lo beatifiquen, y juzgo que el lugar propio del padre Andrés, es el altar de la Inmaculada Con– cepción, al lado de la bondadosísima Madre a quien el padre Andrés tanto amó y enseñó a amar como Padre y Director de almas. Tengo algunos pequeños objetos, como estampas, etc., dedicados por el padre Andrés, y los conservo como verdaderas reliquias». (Pilar Rodríguez de Arias). «En nuestra casa paterna de Palazuelo de Torío, León, se le venera como a un santo, y su recuerdo nos llena de santa emoción, pensando en la bondad con que nos trató a todos, familiares y paisanos; recordando la unción sacerdotal con que predicaba sus sermones. Podemos decir que era un niño por su sencillez, por su trato afable y por su espontánea simpatía. Todas las personas que le trataron pon– deran su bondad, su don de gentes y su trato aco- 48
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