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un barrio muy prox1mo a la iglesia de Jesús, donde todos conocían al padre Palazuelo. »Desde las dos de la tarde del día 29, momento en que entramos en la pensión de San Antonio, no hubo ningún incidente digno de mención, hasta el 30 por la noche. »El día 30 de julio, los tres sacerdotes mencionados fuimos a celebrar misa al asilo de Ancianos del paseo del Doctor E squerdo. Era una casa que estaba prote– gida por la embaj ada francesa, por ser aquella comu– nidad reli giosa de origen francés. Fue la última misa celebrada por el padre Andrés, y durante mucho tiem– po por los dos que le acompañábamos. »Regresamos a la pensión de San Antonio a la hora de comer. A primera hora de la tarde el padre Palazuelo fue a una casa de la calle de la Libertad, donde se había refugiado un número considerable de teresianas. Dedicó varias horas de la tarde a con fesar a las que iban huyendo de la persecución roj a y q u e presentían se avecinaban días muy di– fíciles. »Cerca de las nueve de la noche nos encontramos los tres sacerdotes en la plaza de Santa Ana, muy cerca de la pensión de San Antonio. El padre Andrés venía cansado y con dolor de cabeza. Quería ir a dar un paseo por la Castellana o por el Retiro, ya que era muy pronto para retirarse a descansar en la pen sión. Le disuadí de tal intento, temiendo que nos pidieran la documentación en plena calle. Yo sabía que m i señor tío no tenía documentación civil». 37

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