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s10n sacerdotal de la calle de Larra, hecho por las milicias rojas. Iban en busca de armas o de algún franco tirador que sospechaban estuviera parapetado en alguna ventana de los· pisos altos. Desde aquel momento ya no nos creíamos allí seguros. El padre Palazuelo intentó buscar otra casa, p ero no la en– contró... Días 29 de julio. A las once de la mañana llegan a la mencionada pensión sacerdotal las milicias de Va– Hecas, capitaneadas por un antiguo camarero de la casa. Nos ordenan que ab andonemos inmediatamente la pensión, ya que se iban a incautar de ella para fines revolucionarios. Precipitadamente y sin echar mano de los más indispensables enseres abandona– mos todos la pensión, marchando sin rumbo deter– minado. »Tres sacerdotes iban juntos en busca de alojamien– to: el padre Palazuelo; don Manuel Villares Barrio, buen amigo y paisano, y don Maximiliano González Flórez, que suscribe. Nosotros nos dejamos llevar, confiados en el padre Andrés, que echando mano de sus muchos amigos, encontrase una casa donde no nos persiguieran. Pero las circunstancias se iban po– niendo cada vez más difíciles. No había ni un rincón de seguridad. La milicianada lo invadía todo con sus fusiles y su terror. »Después de varios intentos y visitas a varios ami– gos ... , no hubo más remedio que echar mano de una pensión, la de San Antonio en la calle de León. Hay que hacer constar la benévola acogida del propietario de dicha pensión. Pero era lugar peligroso, ya que era 36

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