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de la total destrucción a la nobilísima nación en cuyos dominios otrora no se ponía el sol. El padre An.drés presentía el martirio; lo decía con frecuencia, pero serenamente, con gran tranquilidad y sin temor de ninguna clase. No se recuerda haberle visto nunca deprimido, aun cuando puede asegurarse con certeza que presentía su martirio, pues más de w1a vez dijo a personas y familias amigas: «Caeremos muchos; yo el primero». Y al replicarle una señorita en forma de pregunta si caer:ían tantos. El insistió: «No, vosotras no; sufriréis mucho, pero no caeréis; yo sí caeré». Y cuantos con él conv1v1mos, más de una vez le oímos decir, hablando en los recreos sobre el trabajo abrumador que tenía en el confesonario, estas expre– siones que en él se hicieron frecuentes en la última temporada: «No os preocupéis: ya verán, cuando yo falte, lo que es bueno... ; pronto les dejaré todo ese trabajo y tendrán que atender a todos mis confesados». VIII Del 18 al 21 de julio del 36.-El siervo de Dios, fuera del convento.-El convento de Jesús, asaltado.-A la pensión sacerdotal de la calle de Larra.-A la pensión de San Antonio, de la calle de León. El 18 de julio estalló el Movimiento salvador de España conjuntamente en Africa y en Pamplona, bajo la dirección de los generales Franco y Mola, respec- 33
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