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«Respecto de su caridad para con el prójimo recuer– do que, a trueque de prestar sus servicios, no le im– portaba dejarnos solos cuando con él estábamos en las visitas que le hacíamos en el convento. Entonces le !Jamaban a confesar y se iba sin el menor reparo. Ei amor a Dios y a la Regla lo hizo compatible con los deberes de la piedad familiar, y así, aunque era muy bl!en religioso, nos trataba con mucho cariño a todos sus deudos, y cuando iba al pueblo él acusaba esa misma solicitud. Recuerdo como ·prueba de que hacía compatible una cosa con otra lo siguiente: Su pueblo distaba de León unos doce kilómetros, y repetidas veces, cuando él estaba allí de profesor, organizó ex– cursiones al pueblo, llevando consigo a todos los es– tudiantes, obsequiándolos con merienda, viéndose el siervo de Dios complacidísimo con todo ello.» VI Prudencia sobrenatural.-Encomiable fortaleza. Amante de la justicia.-Siempre templado. Tres clases de prudencia suelen distinguir los trata– distas: Prudencia de la carne, o sagacidad para llenar las exigencias amplias de la sensualidad. Prudencia natural, que dicta medios adecuados para conseguir un fin honesto. Y prudencia sobrenatural, virtud que en cada momento señala la senda a seguir para alcan– zar el fin ultraterreno, destino definitivo del hombre. El siervo de Dios, padre Andrés, poseyó la prudencia sobrenatural, pues ya desde niño se manifestó muy sensato, y después nunca yo advertí que fuera irrefle- 25
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