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«Fue el padre Andrés mi confesor y director espi– ritual buen número de años. Esta fue precisamente la razón de nue~tro trato, aunque era amigo también de mis padres y de toda la familia. El padre Andrés era intachable, ejemplar en todo el sentido de la pa– labra. De trato sumamente sencillo y amable, pero sin ligerezas impropias de un sacerdote y religioso. Como confesor y director no he encontrado otro se– mejante a él. Su bondad y prudencia tranquilizaban sobre manera al alma, brillando en él el espíritu de disccrnimjento y de gran caridad y el santo celo para llevar al alma a la verdadera piedad y a Dios». ( Ma– ría de los Dolores Menor Claramunt, Vda. de Fanjul). «Mucho conocí y traté al padre Andrés de Palazuelo r eligioso capuchino del convento de Jesús de Madrid, y con él me confesé y dirigí por más de ocho años, tratándol e con santa inthnidad, como hija espiritual a padre también espiritual. El padre Andrés era ver– daderamente un santo; bastaba verle cómo oraba, especialmente ante la imagen de María Inmaculada, y contemplar su porte exterior, nada afectado sino sencillo, para afirmarlo. »Como confesor y director de almas, algo admira– ble. Inspiraba su dirección absoluta confianza en la misma, no sólo por su bondad, sino por lo prudente y sabio ele sus consejos, y porque hacía cumplir lo que aconsejaba y ordenaba. Yo tengo la persuasión de que si San Juan Evangelista hubiera sido confesor y director de almas, lo hubiera hecho como el padre Andrés. las devociones que con más insistencia acon– sejaba eran a la divina Eucaristía, sosteniendo la comunión diaria; la devoción delicada y filial a la Virgen en el misterio de su inmaludada Concepción, ordenando la consagración diaria, especialmente des- 19
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