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ejercer el apostolado; a desarrollar estas o aquellas actividades, su guía es siempre la obidiencia. Algo de lo dicho aconteció al siervo de Dios padre Andrés de Palazuelo. Por natural tendencia le gustaba la en– señanza; se sentía cómodo entre los libros de texto y de consulta, entre los aparatos de física y química, y plenamente centrado entre sus discípulos, como lo demostró durante los doce años de profesorado. Pero la obediencia le exoneró de dicho cargo, nombrándole los Superiores cronista y archivero de la provincia r eligiosa a la cua l pertenecía, trasladándole al con– ven to de J esú s de Madrid. Supo el Padre Andrés cambiar suave y diligente– mente el rumbo de sus actividades, consagrándose con entusiasmo al apostolado del púlpito, a ordenar el archivo provincial y a preparar documentos para escribir la Historia de la provincia. Fruto de sus trabajos apostólicos por medio de la predicación fue la publicación de un volumen de sermones, titulado I esucristo luz del m undo, el cual contiene veintiséis temas referentes a Jesucristo, a la Virgen María, a San José, a San Francisco de Asís, a la Iglesia, y ter– mina con el sermón de la Porciúncula. En manos del padre Andrés el archivo de la pro– vincia religiosa, trató de enriquecerle con valiosos d <•l qnwn to~ ui rnavor parte manuscritos. «Son mu– ch ísim os, por otra parte, dice el P. Carrocera en su obra Mártires Capuchinos ele la Provincia de Castilla, los ma teriales q ue juntó para t ejer la ·historia de nuc-;tra Provincia de Castilla. Para ello visitó las ciu– dades y los pueblos donde estuvieron enclavados nuestros antiguos conventos, hoy en día destruídos o arruinados casi todos, r ecogiendo fotografías de ellos, p apeles, lihros, docum entos, o sacando copia de ellos, 15
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