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señar las mismas asignaturas. Entre tanto, recihía la Sagrada Orden del Presbiterado en Segovia el 19 de septiembre de 1908. Más tarde fue trasladado a los Seminarios mayores de Montehano y Bilbao, para en– señar filosofía y letras, desempeñando este cargo por espacio de diez años. No pocos de los que fueron sus discípulos han pon– derado la bondad de su carácter y la capacidad para enseñar la ciencia a los discípulos, a quienes amó siempre como verdadero padre, comunicándoles bon– dadosamente las más puras y rectas doctrinas de las disciplinas sagradas y profanas. Lector o maestro de estudiantes, el siervo de Dios «fue piadoso, dotado especialmente de la caridad, que no piensa ni hace mal a nadie: eso era el Padre An– drés. No hacía mal a nadie, y era condescendiente cún todos. Trataba con grande estima a sus discípu– los, y no tenía aceptación especial por ninguno. En todo momento enseñó la doctrina más pura y cató– lica, lo mismo en Filosofía que en Sagrada Teología, oponiendo un dique infranqueable al liberalismo y al modernismo cuando yo fui discípulo suyo» ( P. Dei– maso de Gradefes), «Lo que más distinguía al padre Andrés era su bon– dad, su amor a los discípulos y su nobleza de cora– zón bueno y caritativo. Sus avisos no eran amargos ni violentos, y tendían siempre a procurar el mayor bien de aquellos a quienes avisaba. La bondad en él característica fue un poderoso auxiliar con que contó y del cual supo aprovecharse admirablemente para conducir a muchas almas a la verdadera piedad» (P. Eladio de Cegoñal). 12

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