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L.i CAYS,i INDIC!ENA. AJIERIC.LV :i E::l L.tS CORTES DE C:1DIZ zadas con muy distinguidas de españoles; yo conozco a infi~ nidad de esas castas casados con mujeres llenas de virtudes morales y domésticas, y a sus bellísimas hijas (y honestas) adornadas de tantas gracias y donaire como el de las hermosas andaluzas. No siembre V. M. la disensión y la discordia entre esas innumerables familias ... " (Sr. Arispe). "Ya no es tiempo, Señor, de sostener la unión de las Amé– ricas sino por leyes sabias y justas; es su ilustración mayor de lo que V. M. se figura, y la misma revolución la ha aumentado demasiado. Pido, pues, a V. M. mire, no sólo con justicia, sino aun con consideración esta causa: así se lo pido por Cristo" ( Idem). "El III Concilio mejicano había asentado: "/nde etiam, et M ejici, tam ab indis quam a mauris, necnon ab illis, qui ex altero parente nascuntuc, descendentes in primo grada, ne ad ordines sine magno delectH admittantHr" ... Mediante la infor– mación, pueden ser ordenados y de consiguiente ser ciudada– nos ... " (Sr. Mendiola). En estos ardorosos debates se dijeron cosas admira– bles de las castas, con apenas uno que otro reparo de la parte contraria; hasta el nombre del entonces Venerable (ahora Beato) Martín Porres salió a relucir, pero nada se consiguió. Acaso la mejor síntesis de por qué se les negó el título de ciudadanos (representación en Cortes, etc.) a esos más hijos de españoles e indios que de negros, sea la confesión que, con mucho "candor", hizo el Sr. Argüelles: "Yo, Señor, tengo que hacer la mayor violencia a mis prin– cipios y mi genio para aprobar el artículo; pero a fe mía no puedo saber si cometería un absurdo en desecharle." El prejuicio de los .españoles europeos y algunos ul– tramarinos, según manifestaron los diputados americanos en alguna de las sesiones dedicadas al estudio de este ar– tículo (aparte de la política, que veía la representación ma-

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