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CESA.REO DE A..RMELLADA luces. Sus representantes no ilustrarán a los de la Penín– sula acerca de las grandes máximas de gobierno y de alta política; pero les dirán verdades, los instruirán en hechos de que no tienen noticia ni aun idea." Y añadió que aun– que así no fuera, "al venir aquí, traían sus voluntades y las de sus comitantes; y si la América ha de permanecer unida a España, no será por la alteza y las fatigas de los entendimientos europeos, sino por la concordia y unión de voluntades entre europeos y americanos". El Sr. Quintana, en su intervención, muy fuerte y pa– tética, alertó al Congreso contra los muchos enemigos que en la América española pululaban (como "otras tantas niguas, que es preciso saber sacar de entre cuero y carne, porque de lo contrario esos imperceptibles animalejos cun– den mucho y son capaces, a pesar de su pequeñez, de aca– bar presto con el cuerpo de un Goliat"), todos enemigos de la unión con la metrópoli y "todos escudados general– mente con el verdadero y grande motivo de los agravios, vejaciones y estafas que han sufrido especialmente esos pobrecitos indios, cuyo abatimiento, justicia y mísera suer– te no sé si se recomienda más por su silencio que por su sufrimiento. Señor, que son hermanos nuestros, españoles de trescientos años, que cada lágrima suya es una bala que mata un guerrero nuestro; que fueron dueños del país, y nada que no sea suyo les damos con igualarlos en todo a nosotros". Intervino también, entre otros, a favor de la proposi– ción, y en particular en lo que afectaba a los indios, el Sr. l\,forales Duárez, con una larga e interesante diserta– ción. Y entre otras muchas cosas dijo: "La América desde la conquista, y sus indígenas, han gozado los fueros de Castilla. Oiganse las palabras con que termina un capítulo de las Leyes tituladas del año 1554, donde el emperador Carlos así habla: "Queremos y mandamos que - 28 -
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