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LA FUNDACIÓN DE LOS PUEBLOS VENEZOLANOS 15 Las antiguas Misiones ele Guayana se presentan con carac– terísticas muy especiales, que no tuvieron las otras misiones ve– nezolanas, al menos en grado idéntico o Qimilar. En efecto, su establecimiento definitivo en 1724 exigió largos afios -cerca de 40- de sacrificios de todo género, durante los cuales fué ne– cesario superar enormes dificultades, y experimentar el fracaso de los más generosos esfuerzos realizados en distintas ocasiones. De ,rn religiosos capuchinos catalanes que vinieron a Trinidad y Guayana desde 1687 hasta 1728 habían sucumbido para esta última fecha 23. Pero una vez establecidas dichas Misiones de manera firme y estable, ostentaron una organización muy par– ticular tanto en el orden moral como en el económico, lo que les ha merecido grandes elogios de aquellos que las han estudiado con criterio sereno e imparcial. Su desaparición o desenlace final constituyó una verdadera tragedia, que culminó en la heca– tombe de Cuarachi, durante la cual las caudalosas aguas del Ca– roní tintas se vieron en sangre misional franciscana. Fué aquello la rúbrica solemne ele una epopeya heróica y portentosa. Aunque sea a la ligera, conviene destacar el hecho o modo cómo supieron resolver los Capuchinos Catalanes los graves problemas económicos en una Guayana empobrecida y ham– brienta, donde -según reza un antiguo documento misional– sólo había 40 espafioles "pobres y miserables" que nada podían dar a los misioneros. En vista de aquel cuadro triste y deso– lador, el Prefecto Fray Tomás de Santa Eugenia se lanzó a una aventura quijotesca y heroica, resuelto a triunfar o morir. Pasó el citado misionero, acompafiado de tres hombres, "a la otra banda del Orinoco, dirigiendo su viaje para la Nueva Barcelona y Cumaná, sin conocimiento de camino (que entonces no lo había) y guiándose con agujas ele 1Jta1·ear. Después de '/)cinte y siete días de camino por muy dilatadas sabanas, y acabados los bastimentos, sin saber dónde se hallaban, quiso la Divina Provi– dencia que encontrasen unos indios que, afables, los condujeron a su pueblo, desde donde los guiaron hasta el logro de su viaje; y notificados nuestros devotos de la Nueva Barcelona y Cu– mana de tan nue-uo corno extraordinario viaje. . . . todos ellos contribuyeron gustosos y caritativos a la petición de dicho Re– verendo Padre Prefecto, dándole hasta cien reses vacunas que,

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